Yo no fumo. Para la mayoría de la gente, y para mí la mayoría del tiempo, no fumar es una ventaja. Casi todos los fumadores que conozco reniegan de su vicio. Sin embargo, hubo un momento hace unos años cuando no fumar me hizo sentir totalmente desvalida.
“¿Pueden creer lo que me pasó la otra noche?” les dije entonces a la Tere y la Otra, mis amigas, mientras las miraba fumar. “¡Necesitaba fuego y no había ni un hombre cerca!”
Todavía me acuerdo de cómo me miraron; ahí pensé un poco y me repetí lo que acababa de decir… no encontré nada raro y seguí adelante.
“Sí, es que me quedé sin fósforos y… Bueno, ¿qué pasa?” pregunté ante la continuada cara de perro de mis amigas. “Esperen que les explico,” me apresuré a seguir, segura de que me iban a entender apenas supieran lo que había pasado.
Llovía. Acá en mi pueblo, caen dos gotas de agua y tenemos apagón, y aquella noche caían más de dos. La tormenta era tremenda, de esas que asustan a los niños y hacen que las viejas tapen los espejos. Obviamente, se cortó la luz. Nada demasiado complicado. ¿Quién no ha estado en un apagón? Se prenden algunas velas y listo.
Aparte, los apagones cuando llueve tienen algo de mágico. Las velas dan al ambiente un toque especial y hay cierto atavismo en eso de reunirse alrededor del fuego, aunque sea la llama temblorosa de una vela. Y son románticas. Si además le sumás el sonido de la lluvia y los truenos, el resplandor de los relámpagos y la ausencia del sempiterno televisor – o en mi casa, la computadora – los apagones se convierten en veladas diferentes y encantadoras...
El tema fue que… ¡yo no fumo!! Supongo que se preguntarán qué tiene que ver una cosa con la otra. Por favor, no me miren como la Tere y les explico a ustedes también.
Es que no conozco un fumador que no ande siempre con un encendedor o fósforos encima – los cigarrillos no sirven de nada si no se encienden, ¿no? Bueno, pues las velas – sí, esas velas tan lindas y románticas, y la cocina – sí, esa cocina no tan linda ni tan romántica, tampoco. Ni hablar de la estufa a leña – el súmmum del romanticismo. Sin fósforos o un encendedor, no sirven para nada, ¡aun un boy scout necesita tres palitos y un fósforo para encender una fogata! Y eso fue precisamente lo que me pasó esa noche, ¡no pude encontrar un puto fósforo en toda la casa!
La oscuridad era total, llovía que parecía el Diluvio Universal, los truenos hacían temblar los vidrios de la casa y ¡no había ni un hombre que fumara cerca! Fue en este momento de mi historia cuando Tere y la Otra me volvieron a mirar con cara de pocos amigos... las dos fuman. Y son mujeres.
“Nena, estás mal,” me dijo la Otra. “Te salió el dolor del alma.”
Es claro que tenía razón. Ella suele tener razón, es sorprendentemente lúcida. En realidad lo que yo extrañé esa noche no fueron los fósforos, ni a un fumador anónimo que me los proveyera, sino a mi ex, que era fumador y que siempre tenía encendedor encima.
Para quebrar una lanza a mi favor, sepan que en mi familia las mujeres no fumamos. No sé por qué, supongo que casualidad. Pero no fumamos. Ni una sola. Mi madre, hermana, primas, abuelas, tías, yo... ninguna fuma. Sí lo hacen, o lo hacían, los hombres: mi padre, mi ex, mi cuñado, mi abuelo, tíos, primos... No es disculpa por ser tan ciega, solo una aclaración.
Volviendo al cuento, creo que pocas veces me sentí peor que esa noche. No había luz, pero eso era lo de menos, el tema es que tampoco había calefacción, ni nada que comer. Mi cena planeada – carne con papas y boniatos – implicaba horno, que es eléctrico, y todo lo que había en el aparador implicaba fuego, que no podía prender; en la heladera solo había leche, generalmente no hay mucho más, así no me tiento; y mis nenas tenían hambre, frío y estaban asustadas.
Me sentía como Ricardo III, en cualquier momento gritaba: “¡Un fósforo! ¡Un fósforo! ¡Mi reino por un fósforo!”
Me acuerdo que les di un vaso de leche, fría, claro, a cada una y las acosté conmigo en la cama grande. Tratando de hacer oídos sordos a sus quejas, les empecé a contar de Francie Nolan y su mamá, Katie.
Los Nolan eran una familia de gente humilde que vivía en Brooklyn a principios del siglo pasado. La novela ‘Un árbol crece en Brooklyn’ fue una de mis favoritas de la niñez, al igual que ‘Jane Eyre’ – no sé qué hay en esas historias de heroínas sacrificadas que le gusta tanto a los niños.
Cuando la cosa estaba tan difícil que no había qué comer en casa de los Nolan, la mamá se metía a la cama con Francie y su hermano y jugaban a que eran exploradores a los que se les habían acabado las provisiones mientras escalaban alguna montaña.
Parecía más fácil en el libro, o los Nolan estaban más acostumbrados a pasar privaciones. Mis hijas no encontraron divertido el cuento, y me dijeron que no les gustaba jugar a eso.
Ale, muy seria, me explicó que ella no quería subir montañas, que lo que ella quería eran boniatos, y Eli me repitió por vigésima vez que su papá siempre tenía un encendedor. “Sí, mi amor, ya sé que papá tiene encendedor,” le contesté suavecito, tratando de no perder la paciencia; la niña no tenía la culpa de mi incompetencia, al fin y al cabo. “Nosotras también… en algún lado.”
Aparte de mi drama personal con los fósforos y los fumadores, no pude dejar de ponerme en el lugar de todas esas madres que acuestan a sus hijos sin nada en el estómago, pero seguramente no por motivos absurdos como el que me aquejaba. Un lugar que, desde mi posición de privilegio como profesional de clase media, nunca había ni siquiera rondado. No me gustó nada, aunque saber que llegado el día todo iba a volver a la normalidad lo hizo más tolerable, como el idealista que se cubre los ojos para vivir como ciego, pero que sabe bien que la venda se puede sacar en cualquier momento.
Creo que esa noche hubiera empezado a fumar, con tal de no sentirme tan mal. O llamado a mi vecino, que también fuma. ¡Hasta al sodero! Pero esto nunca se lo dije a nadie, ya no cometo los mismos errores. Aprendí.
Ya no les digo a mis amigas fumadoras que necesito un hombre para prender una vela. Ahora les digo que necesito un fósforo, aunque a veces sea casi la misma cosa.
sábado, 26 de febrero de 2011
Apagones y desventuras
Yo aviso
Cuesta que la gente llegue al blog de una, ¿verdad? A algunos más y a otros menos, hay mil facto
res que influyen. He visitado blogs con contenidos repetidos, obvios o tontos, que sin embargo cuentan con miles de visitas, y otras joyitas escondidas que apenas tienen una veintena de seguidores (y por supuesto están aquellos que coinciden en calidad, visitas y comentarios, pero ahí una no se pregunta las razones para tanta popularidad; suelen ser obvias).
Cuando me encuentro uno de los primeros, sacudo la cabeza asombrada, pero cuando me encuentro uno de los segundos, me fastidio por la injusticia. Así que comento, me hago seguidora, y lo incluyo en mi blogroll, a ver si más gente llega a descubrir ese talento oculto.
Me encanta el botón 'Siguiente blog' de Blogger, hay días que me paso horas saltando de uno a otro, descartando la mayoría de lo que veo -por diversos motivos, no digo que sean malos, la mayoría de las veces simplemente no me interesan las temáticas- y quedándome ratos largos paseándome por alguno que sí me atrapa.
Y me encanta verlos crecer... hay blogs que han crecido tanto desde que los acompaño, que me dejan muy satisfecha al pensar que, tal vez, un poquititititito, haya colaborado en dicho crecimiento con mi 'difusión' (ni hablar del mérito de los autores, eso va por descartado).
A mí me llevó casi tres años que me visitaran frecuentemente y que mis visitantes repitieran y comenzaran a dejar comentarios; no me quejo, me encanta mi ‘banda bloguera’ como los llama Tani, y no me importa el tiempo que me haya llevado lograrla. Esta interacción de la blogósfera es lo mejor que tiene. Es increíble lo acompañada que una se siente en este medio, tan cercana a alguna gente que, sin embargo, vive en el otro lado del mundo. Contenta de que les vaya bien, triste por sus desventuras, y hasta devastada cuando alguno desaparece, del ciberespacio y la vida, como la querida Rosa.
Uff, cómo me he extendido. En realidad lo que quería decir es que, de vez en cuando, voy a portarme un poco mal y revivir alguna entrada vieja, de aquellas que escribí hace dos o tres años, cuando nadie visitaba aún EriSada. No sé si es válido o conveniente, a lo mejor alguno se fastidia (o a lo mejor ni cuenta se dan). Pero bueno, yo aviso.
miércoles, 23 de febrero de 2011
'Lost Girl' nueva serie
“Life is hard if you don’t know who you are.
It’s harder when you don’t know what you are.
My love carries a death sentence.”Tengo pasión por las series de televisión; sobre todo si incluyen elementos extraordinarios. No me importa si es ciencia ficción, o fantasmas, vampiros y hombres lobo, ni zombies, superhéroes o alienígenas. Si a una buena serie le agregas un elemento sobrenatural, ya va a medio camino de tenerme como fan. Por supuesto, la palabra clave es ‘buena’ o al menos ‘no mala’, pero bueno, habrá que admitir que no hay demasiados productos malos –o productos demasiado malos– en esa área últimamente.
‘Lost Girl’ es una nueva serie canadiense, desarrollada por Prodigy Pictures, en asociación con Shaw Media y Showcase, de la que acabo de terminar la primera temporada, y que me tiene ansiosa esperando la segunda (por suerte Showcase ya anunció que la renovaría). Fueron solo 13 capítulos, pero me engancharon. Es diferente; sexy, atrevida y romántica a la vez, y me divertí mucho viéndola.Para aquellos que pensaban que los vampiros son los seres sobrenaturales más sexis que existen, les presento a Bo, ‘súcubo bisexual extraordinaire’. Bo no tiene idea de qué es o de dónde ha salido, pero tiene la tendencia a matar a la gente cuando duerme con ella. Y yo pensé que tenía problemas....
Bo (Anna Silk) ha crecido creyendo que es una asesina en serie ‘involuntaria’; pero claro, tiene la tendencia incontrolable de matar a sus compañeros de cama, a veces después de un simple beso. Cuando mata a un violador potencial y salva a una joven llamada Kenzi (Ksenia Solo), sus habilidades la dejan al descubierto.
Lo que Bo no sabe es que ella no es un ser humano sino un súcubo, un ser sobrenatural que se alimenta de la energía sexual humana, y que pertenece al mundo de los Fae. La mayoría de los fae viven entre los humanos, disfrazando su naturaleza y nutriéndose de ellos. Los Fae están divididos en dos grandes grupos: la luz, quienes quieren convivir armónicamente con los humanos, y la oscuridad, quienes tienden a ver a los humanos como comida. Dyson (Kris Holden-Ried) es un detective de homicidios, capaz de transformarse en lobo, que pertenece al clan de la luz. Así es como se descubre la existencia de Bo, y como Bo descubre la existencia de los Fae.
Dada a adoptar la luz o la oscuridad, Bo, obstinada e independiente, se niega a unirse a uno de los clanes y su rígida jerarquía. Por ello, Bo se convierte en una renegada y tendrá que arreglárselas sola, a la vez que busca la verdad sobre su misterioso origen.
La naturaleza de Bo la enreda en un triángulo romántico entre Dyson y Lauren (Zoie Palmer), una doctora humana empeñada en encontrar una forma de controlar el ‘hambre’ de Bo y permitirle relaciones que no terminen con la muerte de su pareja.Anna Silk personifica a Bo. La actriz no es una belleza perfecta (¡hasta tiene caderas!), y eso es muy bienvenido teniendo en c
uenta su papel, pero tiene un magnetismo y carisma atrapantes. Es un personaje fuerte que me recuerda un poco a Buffy (salvando las distancias); es sexy y atrevida, y una ‘kick-ass girl’ de pies a cabeza. También voluntariosa y obstinada, dada a meterse de cabeza en la boca del lobo (sí, la de Dyson también).
El resto de los personajes principales está muy bien también: Kenzi es una side-kick encantadora, tiene esa inteligencia de la calle que los más privilegiados envidian; es caradura, ladrona y buscavidas, pero leal como pocas. Ella convence a Bo de establecer una especie de ‘agencia de detectives’ para aprovechar sus dones y su situación tan particular entre medio de humanos y faes.Dyson, el lobo feroz, tiene una química volcánica con Bo, y las escenas de cama son ardientes. Es un personaje sobrio y fuerte (más le vale, para aguantar el ‘amor’ de un súcubo), que le da balance a la más volátil Bo. Otra vez los productores se inclinaron hacia una cara ‘no-bonita’, pero ufff, a mí personalmente me atraen más los hombres no perfectos que los Brad Pitts.
El único personaje que no me llegó es Lauren, la doctora; se pasa la mayor parte del tiempo haciéndole ojitos a Bo y poniendo cara triste, pero bueno, en un triángulo conviene tener tres lados.
Aparte de ellos cuatro, hay varios personajes secundarios interesantes, y nuevas especies de ‘faes’ que aparecen en los diferentes capítulos. Y aunque el mundo de los fae se descubre demasiado pronto (ya en el primer capítulo), la trama principal de la serie, quién es Bo y de dónde ha salido, va desarrollándose poco a poco. También vamos descubriendo de a poco ese mundo, sus criaturas y sus reglas.
Lost Girl es divertida y refrescante. Se aleja un poco de la ‘locura vampírica’ (aunque hay vampiros entre los fae), y trae un nuevo mundo para descubrir. También es refrescante en cuanto a las escenas para adultos. A veces hay mucha sangre y gore, y a veces no tanto, y las escenas de sexo son una cruza entre 'The Vampire Diaries' y 'True Blood', tanto en desnudos como en intensidad (pero bueno, la protagonista es un súcubo, que más se podía esperar).
Piénsenlo. Un show centrado en una protagonista impresionante, con un pasado misterioso, que necesita del sexo para mantenerse viva y que se ve envuelta en un trio amoroso entre un hombre y una mujer. Todo eso en medio de un mundo de seres sobrenaturales con habilidades y poderes mágicos...
A mí ya me enganchó, ¡estoy ansiosa por que empiece la segunda temporada!
“Life is hard if you don’t know who you are. It’s harder when you don’t know what you are. My love carries a death sentence. I was lost for years, searching while hiding. Only to find that I belong to a word hidden from humans. I won’t hide anymore. I will live the life I choose.”
“La vida es difícil cuando no sabes quién eres. Es aún más difícil cuando no sabes qué eres. Mi amor es una sentencia de muerte. Estuve perdida por años, buscando mientras me escondía. Solo para descubrir que pertenezco a un mundo oculto a los humanos. No me esconderé más. Viviré la vida que elija.”
sábado, 19 de febrero de 2011
Wolverine en Piriápolis
We can dance if we want to
We've got all your life and mine
As long as we abuse it
Never gonna lose it
Everything will work out right
Men at work
Les gusta el té helado? Lo que soy yo, estoy loca por probarlo desde que 'Wolverine' nos visitó en octubre para filmar un comercial de ‘Lypton Ice Tea’.
Como pueden imaginarse, fue toda una revolución; sobre todo porque necesitaban gran cantidad de extras para el comercial y medio Piriápolis se presentó al casting. Varias de mis alumnas fueron seleccionadas y volvieron con los ojitos llenos de estrellas por haberse codeado con Hugh Jackman (no las culpo, ¡es Wolverine!). El comentario fue que es un hombre agradable y que sabe decir ‘hola’ muy bien.
Imperdonable habérmelo perdido, no lo vi ni de lejitos...
Pero bueno, para lucirme un poco con mi ciudad, les pongo el comercial ahí abajo. Las escenas en la playa son todas filmadas en Piriápolis, y las de ciudad, en Montevideo, la capital del país.
We can dance!!