No sé la cantidad de veces que rechacé invitaciones varias de este tipo: “fulanito quiere ser tu amigo en [inserte red social aquí]”. Que Sónico, que Orkut, que Badoo... a todas les decía que no por principio nomás, sin saber mucho a qué me estaba negando, ¡pero es que la mayoría de las veces ni siquiera sabía quién me estaba invitando tampoco! Hasta que al final un día la Vaga me comentó por MSN que había colgado una foto mía en su Facebook y sucumbí a mi curiosidad natural. Ese fue el primer paso; tuve Facebook un par de meses y ahora, solita porque no tengo ninguna excusa ni culpables, me registré en Twitter. Y eso que todavía no sé bien para qué me sirve ninguno de los dos – aparte de ver mi foto en el Facebook de la Vaga, claro.
Seguro lo que acabo de decir es herejía para muchos. Déjenme explicarme.
Es divertido explorarlos. Anduve entretenida cuando abrí la cuenta en Facebook y está entretenido hacer lo mismo con Twitter ahora. Además descubrí algunas cosas. Primero, que a diferencia de Facebook no tengo que ser amiga de la gente para poder saber qué están haciendo, y eso está bárbaro, segundo: está en inglés, lo que significa que todavía está desatendiendo a los hablantes de la tercera lengua mundial (si se puede cambiar el idioma a castellano, no supe cómo, solo encontré la opción del Japonés), lo cual no está tan bárbaro; tercero: se puede personalizar – ¡aleluya! me tiene verde el celestito del Facebook, valga la mezcla de colores, y por último, el pajarito de Twitter es mucho más simpático que la efe de Facebook.
Ahora, volviendo a mi duda original, y espero que alguien me ilustre, ¿exactamente para qué sirven estas cosas? Entiendo que el concepto de ambas redes es saber qué está haciendo la gente a cada momento, y no niego que me he entretenido bastante intercambiando mensajes con la Vaga vía Facebook, pero no veo mucho la diferencia con haberlo hecho a través del MSN o con mensajes de texto o incluso con comentarios en nuestros blogs, sin hablar del teléfono.
Claro, con Facebook solo podía visitar las cuentas de mis amigos y eso limita mucho. Apenas me inscribí en Twitter me ofrecieron poder seguir a personalidades tan importantes como Britney Spears o George W. Bush – ah, ¿Bush no estaba? me equivoqué. Sin dudas que no tengo el número de celular o la cuenta de MSN de ninguno de los dos, y no sé si Britney tiene Blog o si Bush sabe escribir. Y por pura contra, no voy a seguirlos, igualmente. Eso me deja con los hijos de vecino… pero, ¿qué tiene de interesante saber qué está haciendo puntualmente cualquier hijo de vecino al que no conocemos en realidad?
Por otro lado, me da cosita eso de estar escribiendo a cada momento lo que estoy haciendo, me parece que me saca intimidad. La verdad no me imagino poniendo: ‘dándome una ducha porque viene el Amigo,’ si pudiera escribir desde la ducha, obvio. Y si no voy a escribir lo que estoy haciendo realmente porque me da cosita… ¿para qué escribir?
Además, no creo que haya mucha gente en el mundo a la que le pueda interesar lo que hago minuto a minuto, a la que le interesa y me interesa que lo sepa, se lo digo por mail, MSN o sms, o en persona, y a los demás… probablemente sean personas a las que no quiero contárselo de cualquier forma.
Todo esto dicho… éstas son mis cuentas de Twitter y Facebook, por si alguien quiere saber qué estoy diciendo que hago. Seguro no es verdad, pero trataré de ser imaginativa al menos. Ah, y ésta era la foto:
lunes, 23 de febrero de 2009
Herejías
sábado, 7 de febrero de 2009
No es infierno
El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.
Ítalo Calvino
Las ciudades invisibles
lunes, 2 de febrero de 2009
Piropos
Cuando le pidieron que nombrara qué cosas le gustaban de mí en las charlas prematrimoniales, esas obligatorias que tenés que soportar si querés usar las instalaciones, y al cura, para casarte por la iglesia, mi ex - entonces novio - se quedó callado por tanto rato que tuve ganas de tomar la enorme cruz de madera que colgaba de la pared de la parroquia y dársela por la cabeza. ¡Cómo si no hubiera nada bueno para nombrar! Tendría que haberme dado cuenta en aquel momento de que su silencio era una señal.
Pero en fin, creo que en aquella época yo pecaba de lo mismo que una de las heroínas de Ángeles Mastretta: “Quería que su marido le dijera bonita y que su amante le dijera querida. Imposible.” Frente a eso, La mujer los dejó a los dos, se compró un espejo y se deleitó con Mozart y su reflejo en lugar intentar lograr imposibles de sus hombres. Dicen que nunca fue tan feliz.
Claro, yo tengo la costumbre de ser más quijotesca (o majadera, ultimatera o como quiera decirme la Vaga) y ando peleando con molinos - dígase de las utopías - así que logré recibir piropos más lindos que ella, ¡y que los que se le ocurrían a mi ex!
Díganme si no tengo razón, acá van dos… pero no me tilden de cursi, eso sería de envidiosos nomás. Si quieren pueden decirme fanfarrona, eso sí.
¿Virtudes? Tiene muchas. Una boca cuya calidez añoro es una de ellas.
He decidido declararme anarco creyente, creo en un dios sin orden ni cielo establecido, sin dogma ni religión, sin más credo que la liturgia irreverente de sus besos...