Mi amiga Bea, del blog Vinividivinvi, propone que escribamos una historia entre 20 blogueros, pasando el testigo -o la posta, como decimos acá por Uruguay- de unos a otros. Copio debajo la entrada original de su blog, para que quede claro cómo va la cosa:
Relevos blogueros :
Voy a comenzar un relato y pasaré el testigo a otro blogger para que lo continúe. A su vez, éste tendrá que pasarlo a otro citando a los anteriores y sus narraciones correspondientes para que se entienda la historia. Para no hacerlo muy complicado y que no se convierta en una tortura, habrá que escribir un mínimo de 5 líneas y un máximo de 20.
También habrá que poner un punto y final alguna vez, así que iremos numerando a los participantes hasta un máximo de 20; el último tendrá que resolver la papeleta y ponerle un final.
El haber participado, no excluye que te puedan volver a pasar el testigo, así que estad atentos...
Es muy importante citar a los anteriores bloggers (enlazando su blog),numerar las aportaciones (para que sepamos en que punto está la historia) y explicar de manera clara y concisa los pasos a seguir. Si un nominado no puede o no quiere participar sería conveniente que lo comunique para que el que lo nominó elija a otro.
Espero muy ilusionada vuestra participación y creatividad.
Como Bea me ha elegido para seguir la historia en el tramo 16, aquí debajo agrego mi aporte. Espero que esté a la altura de las circunstancias y de los talentosos blogueros que escribieron antes que yo:
1.
La agorafobia de Lucía había hecho que llevase años confinada en lo que ella llamaba su búnker. Vivía de noche y dormía de día. Era una de esas mujeres por las que el tiempo pasa cruel y devastadoramente. Una aureola púrpura rodeaba sus ojos tristes, sin brillo, que se encajaban en un rostro descolorido y marchito. Tenía una nariz perfilada que sostenía unas anticuadas gafas.
Sus labios agrietados pedían a gritos menos nicotina, el pelo cano y desaliñado le llegaba casi a la cintura y la extrema delgadez de su cuerpo no podía casi sostenerla en pie.
Su partida de nacimiento confirmaba que tenía 35, pero los años de aislamiento elegido, la dejadez y el descuido habían hecho que pareciese una anciana.
Como una noche más, Lucía abrió su portátil, para asomarse por esa pequeña ventana y contemplar, indagar, husmear por entre las callejuelas de esa gran ciudad virtual que le tenía completamente fascinada. Mientras se desplegaba automáticamente la persiana azul de Microsoft, preparaba, como otras tantas veces, sus cigarrillos, el viejo cenicero sucio, y su té. El turquesa del mar de una playa desconocida le daban la bienvenida.
Y a partir de ahí, su conexión con el mundo.
-¡Clic!-
( Autora: BEA )
Leer los fragmentos intermedios...
Cansada de navegar entre mentirosos, tarados, onanistas y obsesos, acostumbraba a desconfiar de los mensajes que recibía a través de Internet. Ella no era una Princesa Azul, con su miserable aspecto no podía aspirar ni a cadáver de princesa, por eso descartaba totalmente ser rescatada de su prisión, alguna vez, por un hombre cariñoso, leal y sincero.
Algo le decía que ese prototipo ya no abundaba en el mundo exterior.
Aquella noche, que prometía ser como una más, una de aquellas que terminaría en un alba de lloros mientras nacía una nueva jornada para la desesperanza, un inesperado recuadro se abrió en la esquina inferior derecha de su pantalla: era un mensaje de chat con un mensaje desconcertante:
"QUERRÍA RESUCITAR TU SONRISA".
Al principio Lucía tuvo la tentación de mandar a la mierda al desconocido bromista, pero se contuvo y en su lugar decidió...
(Autor: RUBO )
Decidió contestar. Un simple "cómo podrías" fue suficiente. Había tardado un poco en introducir la frase y ahora, mientras aguardaba, se arrepentía de haber seguido el juego a un desconocido que seguramente en la espera había desistido de seguir conversación alguna. Aún así, observaba fijamente la pantalla mientras, inconscientemente, enroscaba suavemente un mechón de su pelo entre sus dedos... solía hacerlo cuando la imaginación se apoderaba de ella.
Nada... no había contestación. Cogió uno de sus cigarros mentolados y justo al soltar el humo de la primera calada, se quedó paralizada... alguien escribía al otro lado.
"¡Va a contestar!", se dijo apagando apresuradamente el pitillo en el cenicero rebosante de colillas. Intentó respirar hondo, el corazón le latía rápido, estaba nerviosa y hasta las manos empezaban a sudarle, pero el nerviosismo no era lo único que se había apoderado de ella, ahora tenía miedo... miedo de no saber si podría con la respuesta.
(Autora: SU )
La respuesta le disparó una bala que le acertó en medio de la frente.
Sus pupilas permanecieron clavadas en los cinco helvéticos caracteres que titilaban en la pantalla del ordenador. Verificó su nick y era el correcto. Desde que utilizaba Internet siempre se identificaba como Isis.
Entonces ¿cómo era posible que aquel hombre conociera su nombre?
Intentó analizar la respuesta, pero tenía la razón bloqueada. Aquel pedido con cierto sabor a súplica viril le secó la garganta.
El maligno duende del arrepentimiento comenzó a danzar enloquecidamente en la boca del estómago.
Su mente se debatía febrilmente entre dos posiciones antagónicas.
¿Debía apostar por su instinto y permanecer aferrada a su anodina existencia o se arriesgaba a sumergirse en las seductoras aguas de lo desconocido?
¡Mierda!
Le dio una pitada al cigarro, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y apoyó los sudorosos dedos sobre el teclado. En aquella inesperada partida de ajedrez, ahora le correspondía a ella ejecutar la siguiente jugada.
(Autora BEE )
Pero no se animó, se sintió perdida e indefensa, aun en la perfecta armonía de sus cuatro paredes.
-No soy Lucía, te estás equivocando de persona- acotó intentando despistar a quien le escribía.
-Dejame entrar, Isis. Quiero sumergirme en la plétora que se acumulará en el centro de tu pecho cuando esté junto a ti, Lucía.
La mujer se levantó aterrada, cerrando la portátil con fuerza, destruyendo el cigarrillo con la tensión de los dedos índice y medio.
Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina y tomar un vaso con agua, un tanto más tranquila se aseguró de que las puertas y ventanas estuvieran cerradas.
Riéndose de si misma y de su estúpido terror repentino, se dirigió serena hacia la portátil, la abrió y pensándolo bien le escribió.
-Isis no es Lucía, me estás confundiendo. Espero que tengas suerte al encontrarla. Chao, me voy- y para terminar con esa charla le mandó un emoticón sonriente. Estaba dispuesta a apagar el computador cuando un nuevo mensaje entró.
-LUCÍA ¡DEJAME ENTRAR!
Y unos golpes en la puerta le sacaron un grito desesperado de horror.
(Autora: ESCARCHA )
Grito que ahogó entre sus manos, ante la incipiente mirada de terror que dibujaba en sus ojos fijos en aquella puerta. Sin respiración audible, caminó descalza hacia ella, casi de puntillas, iluminada tan sólo por el parpadeo constante de aquella pantalla, que reiteraba el amenazador mensaje que asomaba al compás del golpear proveniente del otro lado de la estancia.
Al llegar frente a ella, contuvo el aliento, cerró los puños clavándose las uñas en las palmas, agudizando el oído y..., en el momento justo en que sus ojos alcanzaron la altura de la mirilla, el sonido cesó y la pantalla se apagó, quedando sumida en la más absoluta oscuridad.
Ahora el único sonido que se escuchaba era el acelerado palpitar de un corazón. Cerró los ojos con fuerza e intentó visualizar la ubicación de las escaleras por donde tendría que escapar si aquella puerta se abriera, pero a su mente sólo llegaba una imagen, una pared con un letrero pequeño, negro, que rezaba:
-APTO. 601-
(Autora : Mimosa )
¿Lucía, estás ahí?
La voz de Elisa le pareció por unos segundos la más firme asidera a donde agarrarse, ahora que sus piernas habían perdido completamente el control.
– Espera, te abro. No encuentro la luz-
Con su habitual desparpajo. Elisa dejó la compra desparramada sobre la mesa de cocina, y comenzó a organizar la nevera. Lucía la miraba como una autómata, que hubiera llegado de otra galaxia. Camino hacia el baño, para poder respirar sin la reserva que la inspiraba la mirada indiferente de Elisa, y al mirarse en el espejo creyó observar que alguna cana más había descolorido su ya ajada melena.
Imágenes a modo de diapositivas iban pasando ante sus ojos.
¡Flash!, la primera cita.
¡Flash! Las palabras de reproche.
¡Flash! Las primeras amenazas.
¡Flash, el primer golpe.
Recordó como su larga melena recorría aquel aseo camino de la bañera repleta de agua de la mano de él, y como intentó sobrevivir tragando agua mientras conseguía ahogarla.
– Nunca más-, se dijo. Ya no posaría más en aquellas revistas con traje de baño, con piernas de junco y huesos en la piel, que despertara el deseo impío de pervertidos impulsos. Su oscuro refugio le proporcionaba el perfecto amparo e miradas promiscuas.
Volvió a la cocina a observar los ágiles movimientos de Elisa, que le reportaban confianza cuando de nuevo otro golpe en la puerta las hizo girar la cabeza hacia la luz del portal.
Cuando llegó la mirilla, arrastrando lánguidamente los pies, un golpe de luz estalló en su córnea para encontrar frente al cilíndrico cristal cóncavo, una retina nerviosa que le avistaba a través, con la misma intensidad con la que ella intentaba reprimir aquel quebrado grito que no afloraba…
En ese preciso instante, la luz del estudio se prendió como una cascada fulgurante, y la pantalla del portátil comenzó a parpadear emitiendo singulares crujidos.
- ¡ Lucía, no me eches en el olvido! ¡ Déjame entrar!
(Autora: ANA )
Ahora no puedo, Elisa… Estoy cansada... No soporto más esta muerte en vida. Mientras tanto, su cuerpo –casi inerte y su mente en La Nada- levita y a la vez cae desesperadamente en un viaje con destino incierto:
El acto, el telón, la función era como ese salto en la oscuridad, que Lucía; sin la más mínima posibilidad de escapar, jamás volvería atrás, ni siquiera como una insignificante mota de polvo, los interminables tres segundos detrás del telón con las cara pintada se compararían con una brújula en apuros, las posibilidades en extinción y los puntos cardinales de vacaciones y sus diversas interpretaciones.
El miedo rodeándolo todo de principio a fin, como la incertidumbre torturando a un garabato con los pies imaginarios y las palabras inacabadas, estallan de pronto: la función a de comenzar los pies sobre las tablas, había que ponerlos a soñar, la ciudadanía respetable y lamentable bien dispuesta en las sillas…
Ahora es el momento -dijo Lucía.
Entre tanto sus ojos fulgurantes y radiantes comenzaban a desvanecerse y el mundo se le manifestaba como el matadero demencial que es. El tambor late en su pecho es más sonoro que 10 mil en un ritual festivo del África, había que convertirse en alter ego del bípedo implume, para que todos los demás entendieran: Que escudriñar a las estrellas con un telescopio gigante, mientras el contacto impersonal y sin alas de la multitud, te produce una mezcla de indignación y burla, sobretodo eso la burla, estallas a risotadas en tu interior y comienza a bailar de alegría, a escribir un libro de horas, a fotografiar mundos nacientes en plena gestación, a desatarte la cordura, a despachar a la decencia y a despedir al buen juicio y al decoro, y lentamente te conviertes en el loco que baila sin ropas, en una mezcolanza de sabiduría y disparates, inicias una destrucción tan bella… que al final dices:
- ¿Será real? ¿En dónde estoy?
(Autor: Quino )
Las luces seguían apagadas, la puerta cerrada, la casa desordenada, parece que el silencio se instalaba de nuevo en aquel desamparo y su mente comenzó a divagar en el placentero deseo de acabar con todo.
¿Cómo lo haría? ¿Estaba segura que podría hacerlo? ¿Merecía la pena seguir luchando por algo, por alguien que la maltrataba? Pero… ¿Y su arte, su vocación? ¿Y aquella familia que dejó en el pueblo? En algún momento había disfrutado de su estilo, ante cuántas miradas indiscretas... Todo era pasión ante los ojos dominadores de aquel hombre, de aquella bestia que ya nunca la dejaría en paz. Las representaciones del loco, están sustraídas al descabello.
De nuevo llamaron a la puerta. Había perdido la noción del tiempo. No. No estaba en casa, no tenía ordenador, ni televisión, ni radio, ni luz eléctrica, nada, nadie podría convencerla. Su ciencia era, es lo accidental, lo fortuito, la locura, la nada, la dejadez, la inercia… porque la fantasía sólo es un juego, un extravío, un delirio pasajero. No. No abriría jamás. No podía fiarse de nadie, ni siquiera de Elisa, menos de él. Sus ideas, su carácter mórbido, sus deseos tan pronto sublimes, tan pronto locos, ella no había sido creada para que la manipularan los “genios”, no tenía paciencia, no podía dejarse golpear por una pasarela de fama absurda.
El silencio volvió a invadir todos los espacios de su habitación oscura. Se dejó caer en el suelo, junto a la cama, buscó a tientas el paquete de tabaco, sacó un cigarrillo, se lo llevó a la boca, no encontró el mechero. A tientas agarró el teclado del ordenador, tiró de él con fuerza y lo estampó sobre algo que se rompió al instante. El sonido la hizo cambiar de postura. El silencio se hizo de nuevo, algo se había roto en mil pedazos. No quiso averiguarlo. De repente su necesidad de fuego se agudizó. ¿Dónde estaría el mechero? Sí. Sí. La llama era importante, el gusto, el sabor, la necesidad de sentir el humo en la oscuridad, la acuciaba. Aquella llama imaginaria le hizo recordar su estancia en Londres y, de repente empezó a viajar, incluso a pensar vagamente en el regreso… El subconsciente entra en escena. La posibilidad abraza sus adormecidas sensaciones de libertad…
Se levanta, busca una luz, o no. Mejor vuelve a mirar por la mirilla. Parece que se han ido. El ordenador ya está roto. No quiere saber más de nadie. Se lo ha prometido así misma, nunca, nunca abrirá esa puerta. Saldrá por la ventana, por la chimenea, por el tejado…O se quedará allí para siempre. De repente su propia risa la hizo desperezarse. Nadie, nadie la encontraría nunca… Pero en Londres era todo distinto… De repente se encontraba sentada en un banco, viendo como iban y venían las palomas en Trafalgar Square.
(Autora JULIE )
En Trafalgar Square, el cielo plomizo dejaba escapar finas gotas de agua, no eran de lluvia realmente, no, no llovía, era la niebla húmeda la que, sin apenas percibirlo, estaba empapando el cuerpo, el cabello, el rostro de Lucía. Las gotas de agua y el llanto se deslizaban juntos, suavemente, por sus mejillas.
Sin rumbo determinado volvió a Picadidilly Circus. Era su lugar preferido desde que, hace ya dos años, vino a Londres.
Desde los primeros días buscó un lugar privilegiado en la escalinata, arriba del todo, y cada día volvía a él, como por arte de magia siempre tenía libre su asiento. Hoy también observa el gentío que sin aparente rumbo fijo deambula por el barrio. Lucía acaricia su cazadora multicolor que nada más llegar, compró enfrente en la gran tienda del Sargent Pepper, una vez más intercambia algún que otro cigarrillo “Ideales” por rubio inglés, con Yasser, un estudiante de Kuwait que pincha discos en una discoteca en Cardiff.
¿La reconocerían en el pequeño pueblo del interior de España, si la viesen con su pelo crepado, de color verde, sus botas de altas plataformas y sus inmensos ojos azules enmarcados por una inmensa sombra fucsia?
En Londres Lucía se había descubierto. Su melena larga, rubia, adornada con flores, brillaba con luz propia. Se reconocía hermosa y el amor que por primera vez vivía, contribuía a esa seguridad y felicidad sentida.
Todo su mundo mágico había comenzado al conseguir la beca RADA –Academia Real de Arte Dramático. Un sueño. Lucía creía vivir un sueño. Eran los maravillosos años 70.
Otra Lucía, en su vientre se estaba gestando sin saberlo.
Hoy, con 35 años, con el pelo apagado, sin brillo, con un bagaje de triste vida continúa sentada, rodeada de palomas en Trafalgar Square. En su mente está grabado: Apartamento 601.
(Autora:CAMY )
Clac, clac, clac, clac
Un silbido lejano sincronizado con el buen compás de unos tacones cada vez más cercanos se hacían eco por el hueco de la escalera.
Ese inocente sonido le martilleaba la cabeza. Abrió con dificultad los ojos y se encontró allí tendida, con la cabeza medio encajada entre los barrotes de la escalera, desnuda, con sangre reseca en la manos y con la cruel imagen que la perseguía de frente:
APTO. 601.
Giró la cabeza buscando desesperadamente la puerta de su casa.
Estaba abierta.
Suspiró.
-¿Cómo he llegado aquí?- pensó.
Estaba aturdida. Flashes de consciencia e inconsciencia rápidos y astutos se intercalaban en su dolorida cabeza:
-Trafalgar square-
-Isis-
-Déjame entrar-
-Yasser-
-Londres-
-Tabaco-
-muerte-
-Elisa... Elisa...-
-¿Dónde estaba Elisa?-
Aterrorizada se levantó y corrió hacia su apartamento con la esperanza de que Elisa también hubiese formado parte de su sueño.
Atravesó el largo pasillo que conducía al salón, y allí, entre el umbral de la puerta que daba paso a la cocina, sobre un charco de sangre, descansaba el cuerpo sin vida de Elisa.
Junto a ella, el retrato hecho añicos de su hija Olga Lucía y una nota que decía:
“SÓLO QUERÍA RESUCITAR TU SONRISA”
(Autora: BEA)
Durante su delirio, Olga Lucía había estado en su casa. Pero ¿cómo había entrado?. Seguramente Elisa le había abierto la puerta. Y ¿dónde estaba ahora su hija?. ¿Qué había pasado con Elisa?. Se miró las manos empapadas en sangre y lanzó un grito desesperado que salió amortiguado de su garganta, casi mudo, como si sólo pudiera murmurar los gritos y las palabras.
Se arrastró hacia el ordenador descuajaringado en el suelo, junto al retrato roto de Olga Lucía. Comprobó que funcionaba todavía. ¡No se había roto!. Su luz volvía a brillar una vez conectado. Y de nuevo el color azul de la playa desconocida, y la palmera torcida y el agua serena y... un parpadeo sobre el paisaje le daba a entender que tenía nuevo mensaje. Tembló. Tuvo miedo. Pero no pudo aguantar la curiosidad...
"¿HAS VUELTO YA?"
Alguien sabía, al otro lado de la pantalla, que se había "ido" durante ... ¿cuánto tiempo?. ¿Cuánto había durado el delirio?... Y de pronto le invadió un terror insoportable. "Si alguien sabe que me he ido, ¿sabrá también qué ha pasado con Elisa"... Se quedó sentada en el suelo, llorando y temblando de miedo, de espaldas a la cocina, donde el cuerpo de Elisa se desangraba...
"¿Y si ÉL había estado allí?. ¿Y si ÉL había matado a Elisa, en aquella oscuridad, creyendo que era ella?.."...
(Autora : MEG )
No, no podía ser él, no tendría ningún sentido, siempre había respetado el trato. Además, ¿qué podría sacar él de todo aquello? Lo más importante ya lo tenía.
-¿Y si fuese ella?- Lucubró.
-¿Qué edad tendría ahora? ¿Diecisiete, dieciocho?
-¡No,no,no,no! ¡Basta!- se gritó a si misma, ¿te has vuelto loca? ¡Estás hablando de tu propia hija!
Pero,... ¿y quién era ella? Realmente no la conocía. Yasser se la había llevado cuando era sólo una niña. Tras años de lucha, su abogado consiguió que le enviaran fotos del paso del tiempo y alguna que otra carta contándole sus peripecias, que lejos de hacerle bien, la habían sumido en aquella profunda tristeza que acabó por encerrarla para siempre en aquel apartamento insulso y deprimente que le había quedado.
Se levantó lentamente y dirigió su débil cuerpo hacia el baño, pensando en Olga, no daba crédito a cuanto allí acontecía.
Mientras se despojaba de aquella ropa manchada y se disponía a darse una ducha, su mente agitada le repetía una y mil veces la misma pregunta: ¿qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer ahora? Sus lágrimas se entremezclaban en el agua que corría por su rostro.
Su nexo con el mundo exterior estaba tirado en el suelo de la cocina, bañado en sangre, muerta. ¿Qué haría con aquel cuerpo inerte? ¿Cómo se desharía de él?
Envuelta en la toalla, se tendió sobre el lecho, acurrucó su cuerpo como una niña y se quedó dormida.
(Autora: MIMOSA )
Tres horas después despertó con un crujido, un ruido leve, pero que había logrado rescatarla de su sopor. Recordó lo acontecido y el delirio en el que se hallaba sumergida. ¡Elisa, su querida Elisa! ¿Cómo salir de su mundo? ¿Cómo buscar ayuda? ¿Qué se hace cuando el sólo pensamiento de lo que acontece fuera de su dormitorio provoca un miedo mortal?
Otro ruido.
Se sienta en la cama con cuidado y escucha.
Nada... ¿un sonido?... nada... ¿alguien se mueve o es su alma que se avienta contra el pecho tratando de salirse?
Hay una respiración, es leve y tal vez lejana, pero audible.
Se acerca con sigilo hacia la cocina y por la puerta entreabierta, ve como el cuerpo de Elisa es arrastrado hacia el comedor... ¿Quién se lo lleva? ¿Quién más está en su casa?
Sus peores temores están hechos realidad y laten con vida propia en el interior de su hogar.
Tratando de contener la respiración y que el aullido del corazón no se escuche, se arrima un poco más, sólo para cerciorarse de que son manos de mujer, las que desde los tobillos arrastran a la pobre Elisa muerta, llevándosela.
(Autora: Escarcha)
Un escalofrío recorrió su cuerpo, no reconocía esas manos, pero sí el anillo.
Su viejo anillo.
Sentimientos contradictorios revoloteaban por su cabeza.
-Es ella. ¿Quién sino podría llevar el anillo que le regaló Yasser hace tantos años?
Quería acercarse, ver la cara de su hija, darle un abrazo, explicarle... pero sentía miedo. Jamás hubiese pensado que el encuentro con ella después de 18 años iba a ser en esas circunstancias.
-¿Cómo la había encontrado? ¿Qué había pasado? ¿Y esa nota...?
El sonido del agua corriendo del grifo de cocina le devolvió a la realidad. Volvió a asomarse.
Se estremeció al chocar su mirada con aquellos ojos. Sus ojos. No cabía duda. Era ella.
- ¿Eres tú?- Preguntó casi sin fuerzas.
Olga Lucía apartó la mirada y mientras seguía fregando con saña el suelo todavía lleno de sangre, le tiró con rabia un trapo y dijo:
-Deja de hacerte la víctima y haz algo útil por una vez en tu vida, están a punto de llegar.
( Autora: BEA )
16.
Lucía miró a su hija y luego el trapo en sus manos, desconcertada. ¿Quién estaba a punto de llegar? ¿De qué se trataba todo esto? ¿Cómo era posible que Olga Lucía, desparecida de su vida tantos años atrás, se encontrara en su sala, lavando la sangre de Elisa?
-¡Madre!- el grito áspero de la joven la volvió a la realidad. La miró otra vez, y creyó adivinar una nueva suavidad en sus ojos, a pesar de sus palabras bruscas. -No es momento de explicaciones, debemos dejar esto perfecto. Si sospechan siquiera, estamos muertas también.
La posibilidad de la muerte la sacudió. No la suya. No le importaba lo que le pasara a ella, había estado muerta en vida por casi veinte años, pero no podía permitir que Olga corriera esa suerte. No había habido historia compartida, ni risas o llantos, o cuentos a la hora de dormir; no la había visto crecer y convertirse en mujer, pero esa jovencita afanada en limpiar la sangre de Elisa era su hija. Y nadie le haría daño a su hija si ella podía evitarlo.
El instinto materno la golpeó con fuerza; ya no era la mujer débil de hacía una horas, temerosa, encerrada en su apartamento para esconderse del mundo. Ahora era una leona defendiendo a su cachorro.
Sin una palabra, se arrodilló decidida junto a su hija, y comenzó a lavar.
Le paso la posta a S.Cid, de Finis Terrae; estoy segura de que sabrá continuar esta historia, es maravillosa escribiendo :)