tu vida rebota.’
Gretchen Dolworth
Más de una vez he comentado que soy seriamente seriéfila; encuentro que las series de televisión son notables en sus historias, actuaciones, reconstrucciones, filmación y demás... obviamente no todas cumplen con todas esas características, pero hay una gran cantidad de excelentes productos que sí lo hacen. Muchas de esas joyitas logran fama y fortuna, pero lamentablemente, otras pasan totalmente desapercibidas y son canceladas antes de darles apenas una oportunidad.
Ese es el caso de ‘Terriers’... ¿alguna vez escucharon hablar de ‘Terriers’? ¿No? Mi punto exactamente.
Me encontré con esta serie por casualidad y decidí verla por tres razones: nunca, nunca, nunca, había oído hablar de ella, eran solo 13 capítulos y no tuve ninguna dificultad para descargarlos (que no me lea el FBI).
El caso es que me encantó. Déjenme contarles un poquito de ella.
Detalles técnicos: la serie fue creada por Ted Griffin (‘Ocean’s Eleven’, ‘The Shield’) y Shawn Ryan (‘The Shield’ , ‘The Chicago Code’) para FX Channel. Se estrenó en setiembre de 2010 y se canceló en diciembre del mismo año, con solo 13 capítulos, y a pesar del título, los únicos perros que se ven son un bulldog y un dachshund... Tal vez por eso no tuvo éxito: al parecer nadie tenía mucha idea de qué venía la serie, y la cadena no se molestó mucho en publicitarla. Otro caso de esos donde los propios productores se encargan de enterrar su producto.
‘Terriers’ está ambientada en Ocean Beach, una ciudad suburbio cerca de San Diego, California. Así que, para empezar, investigando descubrí que la serie está incluida en algo llamado ‘surf noir’: no todo lo que brilla es oro, y California –con sus paisajes paradisíacos, sus chicas hermosas y sus surfistas– no escapa a esta regla. Los protagonistas son dos personas ‘tan reales como la vida misma’ (já, qué frase me mandé); y no sé ustedes, pero a mí una serie donde no parece que los intérpretes se hayan tomado unos días libres de su carrera de modelaje para actuar, se me hace sumamente refrescante.
El mayor atractivo de la serie de FX es la relación entre los protagonistas; de hecho, interactúan con tanta facilidad, que uno se olvida de que están actuando. Donal Logue es Hank Dolworth (‘Grounded for life’, 'Ghostrider') y Michael Raymond-James es Britt Pollack (Renee Lenier en la temporada 1 de ‘True Blood’ ). Una pareja no tan despareja que viene de extremos opuestos de la ley: Hank es un ex-policía dado de baja por alcoholismo y Britt un ex-ladrón que decidió alejarse de una vida de crimen por amor.
Comienzan a trabajar como detectives medio de rebote, tanto que no tienen licencia, ni oficina, ni nada, y toman casos sin importancia hasta que tratando de ayudar a un amigo alcohólico a encontrar a su hija, se tropiezan con algo mucho más grande y oscuro de lo que se imaginaban. Fraudes de ordenamiento territorial, sobornos a políticos, homicidios e infidelidades with a twist son algunos de los problemas a los que se enfrentan… sin dejar de lado subtramas personales que siguen humanizando a los personajes.
Es que otro de los puntos fuertes de ‘Terriers’ son las caracterizaciones. Los creadores le han permitido a los personajes ser personas, y no solamente vehículos para contar una historia. Tienen virtudes y defectos, odios y lealtades, pero sobre todo, la determinación de vivir su vida de la mejor manera posible. Hank desea recuperar al menos retazos de todo lo que perdió, y Britt se empeña en ganarse la vida honestamente y compensar a su novia por apostar a una relación con él.
También es excelente la química con el resto de los personajes. La interacción de Hank con su hermana brillante pero con problemas psiquiátricos (Karina Logue, también hermana del actor en la vida real) se siente real y tierna; y uno sufre al verlo enamorado sin esperanza de Gretchen, su ex-esposa (Kimberly Queen). Por su parte, ver a Britt con su novia (Laura Allen de ‘Awake’) explica completamente el giro de 180º grados que dio el personaje al conocerla. Se puede intuir que hay un pasado detrás de todas estas relaciones, aunque apenas se insinúe, que las cosas han evolucionado al punto en que están.
A Donald Logue yo lo conocía por sus comedias, pero si bien es gracioso, ha logrado eso tan difícil que es sonreír con los ojos tristes. Algo muy apropiado teniendo en cuenta que su Hank es un borracho en recuperación que ha perdido todo –trabajo, esposa, reputación– y que está profundamente avergonzado del hombre en que se ha convertido. Michael Raymond-James tiene un papel más liviano, pero para mí es toda una revelación: es encantador e inocente a pesar de su profesión, y equilibra perfectamente a su compañero, además de tener una sonrisa increíble.
Bien, la cosa es que no es un show ambicioso, no tiene la producción de ‘Boardwalk Empire’ o ‘Los Soprano’, pero cuenta una historia que vale la pena, tiene actuaciones más que buenas y un ritmo pausado pero seguro. Y sobre todo prueba algo importante: sí es posible hacer algo novedoso en el género de detectives privados.
O sea, se le pueden enseñar trucos nuevos a un perro viejo – un terrier, en este caso.