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jueves, 25 de junio de 2009

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Método científico

R eleyendo la entrada anterior, y poniéndome en el lugar de alguien que esté siguiendo mi blog, que supongo que alguno habrá, aparte de la Vaga, que sigue fiel… bah, no sé, la Tere ya no entra a Internet, pero Frank me sigue mandando fotos de faros de allá en vez… divago, como de costumbre. Vuelvo a empezar: releyendo mi entrada anterior, y pensándola en relación a muchas otras, me di cuenta de que soy bastante repetitiva con el tema del cigarrillo. Demasiado, tal vez. Debo aburrir.

Me puse a pensar en los motivos de esta, digamos, obsesión, y creo que hay una sola hipótesis posible. Debo ser fetichista. Seguro tengo un fetiche con los cigarrillos, no hay otra. Pero no con el cigarrillo como objeto – sí, sí, ya sé de las connotaciones fálicas de un cigarro, pero no viene por ahí la cosa, creo, sino por la imagen, el aroma, el todo, de un hombre que fuma.

Estudiados los hechos y elaborada mi hipótesis de trabajo, debía investigar sobre el tema para ver si se probaba o refutaba. ¿Vieron cómo estoy con el método científico? El primer paso obligado, al menos para mí, era conocer la definición de la palabra – no sé ustedes, pero yo siempre empiezo a investigar así, y el lugar obvio para ello era el Buscón de la RAE.

Según los académicos, un fetiche es un ‘ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.’

Definitivamente no era la definición que estaba buscando. Aunque enseguida me acordé de que de niña tuve un gato que se llamaba Fetiche. No es mal nombre para gato, ¿verdad? Se adapta bien a esa cualidad misteriosa y casi mítica que tienen. Recuerdo claramente que el nombre lo había sugerido mi madre, vaya a saber qué motivos oscuros tendría. Pero vuelvo a divagar, sigamos.

Decidí afinar mi búsqueda; si por el lado de fetiche no venía la cosa, tal vez fetichismo... y ¡voilà! esta vez lo encontré.

fetichismo.

1.m. Culto de los fetiches.
2.m. Idolatría, veneración excesiva.
3.m. Psicol.Desviación sexual que consiste en fijar alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda relacionada con él como objeto de la excitación y el deseo.

Bueno, ahora estaba más cerca, pero no me gustó nadita eso de ‘desviación sexual’. Como la definición mencionaba que era un término sicológico, empecé a buscar en esa área, incluso llegué hasta el DSM IV (un manual de enfermedades mentales). En ese manual, el fetichismo está considerado una parafilia sexual, ubicada a su vez dentro de la categorización mayor de “Trastornos sexuales y de la identidad sexual”. Definitivamente no me gustaba la cosa. O sea… ¿que me atraigan los hombres que fuman, es un trastorno? ¿Atenta contra mi identidad sexual? ¿Es una parafilia, al mismo nivel que la necrofilia o la caprofilia? ¡Por dios!

Esas tres preguntas me hicieron replantear toda la situación. ¿Se podrá considerar una prenda un cigarrillo encendido en las manos de tu amante? Supongo que si estiramos la definición, sí. Pero, ¿es lo único que me despierta el deseo? ¿Condición inalienable para que me acalore? Definitivamente no.


A mí los hombres que fuman me calientan, no hay caso. Pero si a eso vamos, los que no fuman también, aunque pierdan un poco en la ecuación. El slogan de esta propaganda de cigarrillos es bastante acertado: ‘Blow in her face and she’ll follow anywhere’ ('sopla en su cara y ella te seguirá a cualquier parte'; se ve que no soy la única con este 'problema', si dio a los creativos publicitarios material para un afiche). Por supuesto que esto no es regla de oro, no exageremos, depende de quién sea el fumador, obviamente. No me voy detrás de cualquier tipo que fume, y no rechazo arbitrariamente a aquellos que no lo hacen.

Hipótesis refutada. No soy fetichista, me gustan los hombres nomás.

Ahora, volviendo a lo que motivó todo esto, ¿no les gusta ver a un hombre fumando? Y recuerden, no es ese tubito blanco de papel lo que me encanta, es el sabor, el tacto y el perfume del humo, es la imagen de la brasa encendida, brillante, en la oscuridad, y esos ojos intensos, iluminados rítmicamente de rojo, casi diabólicos, llenos de promesa…

Parafraseando al Amigo: ‘mi dios, es fatal usted, ¡ya se calentó!’




jueves, 18 de junio de 2009

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Pensándolo


"Cuando mi pensamiento va hacia ti,
 se perfuma”
Rubén Darío





Se puede considerar el olor a cigarrillo un perfume? Si es así, entonces esa línea es perfecta. El aroma a tabaco, y todo lo que lo acompaña, me lo recuerda. Lo siento en el tacto efímero del humo, lo saboreo en esa sensación áspera en la garganta y picante en la nariz, y casi lo puedo ver con esa cualidad sinuosa, envolvente, que se pierde en la transparencia del aire... Cada vez que lo imagino, que lo pienso, se me representa fumando.
Mi pensamiento, se perfuma.

sábado, 13 de junio de 2009

0

Love letters


Did I say that the humans might be filed in categories? Well, and if I did, let me qualify -- not all humans.

You elude me. I cannot place you, cannot grasp you.

I may boast that of nine out of ten, under given circumstances, I can forecast their action; that of nine out of ten, by their word or action, I may feel the pulse of their hearts.

But of the tenth I despair. It is beyond me. You are that tenth.


...



Traducción...




    ¿Acaso dije que los humanos podrían ser clasificados en categorías? Bueno, si lo hice, déjeme explicarme – no todos los humanos.

    Usted me elude. No puedo ubicarla, no puedo comprenderla.

    Puedo alardear de que de nueve de cada diez, bajo ciertas circunstancias, puedo predecir sus acciones; de que de nueve de cada diez, por sus palabras o acciones, puedo sentir el latir de sus corazones.

    Pero con la décima desespero. Es superior a mí. Usted es esa décima.






Jack London to Anna Strunsky
fragment

martes, 9 de junio de 2009

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Irregulares

Dos puntos que se atraen, no tienen por qué elegir forzosamente la recta. Claro que es el procedimiento más corto. Pero hay quienes prefieren el infinito.

Las gentes caen unas en brazos de otras sin detallar la aventura. Cuando mucho, avanzan en zigzag. Pero una vez en la meta corrigen la desviación y se acoplan. Tan brusco amor es un choque, y los que así se afrontaron son devueltos al punto de partida por un efecto de culata. Demasiado proyectiles, su camino al revés los incrusta de nuevo, repasando el cañón, en un cartucho sin pólvora.

De vez en cuando, una pareja se aparta de esta regla invariable. Su propósito es francamente lineal, y no carece de rectitud. Misteriosamente, optan por el laberinto. No pueden vivir separados. Esta es su única certeza, y van a perderla buscándose. Cuando uno de ellos comete un error y provoca un encuentro, el otro finge no darse cuenta y pasa sin saludar."



El Encuentro
Juan José Arreola

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