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miércoles, 14 de octubre de 2009

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Leyendo romances

Ayer me pasé casi tres horas en el consultorio del oculista. Yo sabía que iba a ser una espera larga; el doctor estuvo enfermo y se habían atrasado las consultas, así que había ido preparada: tenía lectura suficiente para un par de horas. No era la única, al menos tres pacientes más habían tenido la misma brillante idea que yo. Curiosa como soy, no pude dejar de fijarme en qué estaban leyendo los demás. Una señora flaca, de lentes y con pinta de maestra, tenía un libro finito de cuentos de Mario Benedetti; también había un viejo de bigotes que se entretenía con el policía italiano ese… el comisario Montalbano, y una muchacha joven muy abrigada leía a Saramago, un ‘Ensayo sobre la ceguera’ con la imagen de Julianne Moore en la tapa.


Entre medio de tanta lectura ‘seria’, yo saqué de mi cartera mi libro, lo moví bastante para que se pudiera apreciar el brillante colorido de su tapa en rústica, y me dispuse a continuar leyendo sobre los amores de Clare, la humilde maestra de escuela, devota hija de un ministro, y Lord Nicholas, el malvado conde con sangre gitana. En realidad, el malvado conde no es malvado, sino incomprendido, y la mosquita muerta de Clare esconde un temperamento apasionado nada propio de las devotas hijas de ministros de su época… La novela: ‘Thunder and Roses’, la autora: Mary Jo Putney.

Siempre me ha fastidiado la forma en que me miran cuando leo romances; abrir un libro romántico en una sala de espera, en el ómnibus o en casa de mi madre nomás, siempre viene acompañado de miradas de reojo y hasta alguna sonrisa de suficiencia. O si estoy en casa de mi madre y anda mi cuñado en la vuelta, su típico gesto de damisela apasionada (imaginen un hombre grande con una pierna extendida hacia atrás tipo bailarina de ballet en cuarta posición, el dorso de una mano cubriendo sus ojos y un gesto de dolor en la cara – aunque supongo que la intención es parecer apasionado. Ahora dejen de imaginarlo y disculpen la imagen mental creada: era solo para ilustrar el hecho).


Hace unos meses cuando comentaba el libro “Las mujeres que leen son peligrosas” decía:

Muchas veces se subestiman nuestras opciones al momento de leer, generalizándonos a todas como lectoras o autoras de la dudosa categoría de los ‘libros de mujeres’ o ‘literatura femenina’. No importa si nos decidimos por Corín Tellado o Doris Lessing. Pero bueno, eso ya es material para otra entrada.

Parece que llegó el momento de esa ‘otra entrada’. La verdad es que no sé qué problema hay con las novelas románticas que hacen que la gente crea que puede juzgar, no solo la calidad de la lectura elegida, sino al lector en sí, y, en general, el fallo es bastante malo (para ambos). Para la mayoría, las novelas románticas no son serias, están mal escritas y son una perdida lamentable de tiempo, y obviamente quienes las leemos somos gente poco inteligente y sin mucho más que hacer que perder tiempo leyéndolas, claro.

Subestiman al género, y subestiman a las mujeres que lo eligen. Incluso las editoriales lo hacen, las traducciones suelen ser pésimas, total, ¿para qué pagar un buen traductor si sus lectoras leen cualquier cosa?

Yo creo que hasta temen que las mujeres nos creamos las cosas que pasan en esas novelas, y esperemos situaciones semejantes en nuestras vidas; como si no pudiéramos distinguir lo que es real de lo que no. Sin embargo a nadie se le ocurre preocuparse porque alguien pueda creer que se venga una plaga de ceguera sorpresiva – y no hablo solo de Saramago, esa catástrofe la había imaginado ya John Wyndham en ‘El día de los Trífidos’ allá por los cincuenta.


Dicho todo esto, quiero aclarar que no estoy tratando de comparar la historia de Lord Nicholas y Miss Clare con las de Saramago, Benedetti o Camirelli; soy bien consciente de que hay diferentes calidades de literatura, y que si bien las hay buenas, hay muchas, muchas, novelas malas en ese género... ¿pero en cuál no, si a eso vamos? Además es obvio que si a alguien no le atraen los romances no los va a leer nunca, así como aquellos a quienes no les gusta la ciencia ficción o la fantasía no abrirán un libro de Tolkien o Bradbury en su vida. La diferencia está, me parece, en que si bien a mucha gente las novelas sobre anillos mágicos o marcianos no le gustan, no se les ocurre juzgarlas – a ellas y al género entero – como mala literatura; simplemente reconocerán que les gusta tener los pies sobre la tierra en materia literaria y a otra cosa, mariposa.

Lo que estoy tratando de hacer, creo – la verdad es que estoy medio perdida ya – es defender mi derecho a leer lo que se me antoje sin que nadie venga a juzgarme por las opciones que hago. Si hubiera abierto ‘El Señor de los Anillos’ o ‘Crónicas Marcianas’, seguramente no me hubieran mirado de la misma manera ayer; todavía me acuerdo de la sonrisa de suficiencia de la maestra flaca y siento que me eriso. ¿Qué le importa a la gente lo que leo o dejo de leer?

Y solo para que conste, también he leído a Benedetti, Saramago, Tolkien, Bradbury y Whyndham... Camirelli está en el debe aún, como tantos otros.

8 comentarios:

Mundo Animal.

HOLAAAA COMO SIEMPRE GENIAL TU ENTRADAAA TE DEJO UN ABRAZO Y TE DESEO MUY BUENAS NOCHESSSS
CHRISSSSSSSSSSSSSSSS

Jo Grass

Me sumo a todas y cada una de tus apreciaciones sobre escritores y lectores de romántica; y también apoyo la idea de que no somos una pandilla de memas incultas con el cerebro repleto de cuentos de hadas.

En España, hasta no hace mucho, las mujeres forraban los libros para evitar esas miradas de desprecio en el metro o en la sala de espera del doctor de turno.

Acabo de descubrir tu casa por casualidad. Como veo afinidad por todos los rincones, con tu permiso te leo y te sigo.

Un saludo y hasta pronto.

Ana Laura

Christian: gracias por tus saludos, siempre.

Jo: Todavía me dura la indigación, la verdad, y que mejor manera que descargarme aquí, ¿no? Me encanta que te haya gustado mi casa, eres muy bienvenida a leerme y seguirme.

Chary Serrano

Yo no me fijo nunca en que libros leen los demás... allá cada uno con sus gustos, pero hay gente que todo lo cuestiona

Ana Laura

Chary: Yo me fijo, soy curiosa; pero de ahí a cuestionar o, peor aún, condenar, hay un trecho.

CreatiBea

Enhorabuena por el premio, lo primero.

Bueno te diré que yo soy de las que me fijo y saco conclusiones. Me encanta observar a las personas, sobre todo en estos sitios que se prestan a ello: consultas, autobuses, trenes... es una especie de juego que practico desde que era niña. Lo hago por divertimento, sin ningún fin... Claro, que nunca miraría por encima del hombro a nadie, entre otras cosas porque por una observación de media hora a lo mucho, a no ser que seas S. Holmes, es difícil saber lo que encierra una persona, y porque no es mi estilo prejuzgar a nadie, ni por lo que leen, ni por como visten etc...

Yo cuando alguien me mira así, echo más leña al fuego, y hago algo que no esperen: les pregunto muy educadamente, eso sí, si han leído el libro o si les parece interesante mi lectura... o quizá, ¿le apetece leer un ratito mi novela?

Besos niña, buen post.

Elizabeth

Eso es, leé lo que se te antoje sin importarte con la cara que te mire!!!

Ana Laura

Mil gracias, Bea!! No sé como se me había traspapelado tu comentario aquí. Me alegro mucho que te gustara la entrada, la verdad me salió del alma!! Estaba muy indignada, jaja. Y fue todo un honor que me premiaran mis colegas blogueros, estoy felizzz.

Eli, por suerte siempre leí lo que quise, y ¡así me tratan de hereje! (lo que no me importa nada, jajaja)

Beso grande a las dos!!!

Y vos, ¿qué opinás?

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