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martes, 29 de septiembre de 2009

7

Boda en la playa

El saludo sonó sorprendentemente ensordecedor, a pesar de las múltiples conversaciones que se escuchaban en la playa y de no haber subido él la voz, pero sobre todo, a pesar de su intención de no escucharlo.

En vez de eso, ella estudió sus sandalias. Eran una preciosidad, con pequeños cristales y cuero dorado que se ajustaban encantadoras a sus tobillos. Se había enamorado de ellas a primera vista y las había comprado en un capricho, casi sin pensarlo... parecía hacer siglos. Movió un poco su pie para admirar la gracia de los tacos muy altos, la curva de la suela, el brillo del dorado... e hizo un gesto de disgusto; estaban cubiertas de arena, los tacos se habían enterrado a cada paso hasta llegar a la zona alfombrada. Realmente habían sido una muy mala elección para una boda en la playa. O una playa muy mala elección para una boda, reflexionó.

Notó que su acompañante se movía nervioso a su lado, y se levantaba a responder el saludo del recién llegado, para luego disculparse y alejarse en busca de refugio. Ella suspiró, pero siguió sin levantar la vista.

Su mirada vagó por la arena hasta centrarse en su calzado. Zapatos acordonados, negros, de cuero tan suave y estilo tan elegante que seguramente eran italianos. Se preguntó si era una condición innata a él ese elegir las cosas perfectamente apropiadas para cada ocasión. Ella no era así, sus razones para elegir ropa o accesorios eran totalmente antojadizas, dependiendo del momento y su estado de ánimo.

Esta vez controló un suspiro, pero cerró los ojos.

“Pensé que íbamos a venir juntos,” lo escuchó decir, y oyó a sus pies, en sus zapatos caros, moverse incómodos en la arena. Estaba tenso, se notaba – ella lo notaba, sin necesidad de mirarlo. Iban a venir juntos, sí, pero eso había sido antes. Antes de los errores, las dudas, las acusaciones. Decisiones equivocadas, cada una de ellas. Como venir a esta boda.

Después de unos segundos abrió los ojos, pero siguió sin moverse. Si reconocía su presencia debería hablarle, y si le hablaba, debería disculparse. Otra vez.

Su mirada volvió a sus zapatos. Le sentaban bien, bueno, al menos hasta que se perdían dentro de la tela gris de sus pantalones; casimir, excelente corte. Llegó hasta el evidentemente caro cinturón de cuero negro, a juego con los zapatos, y tuvo que esforzarse para desviar sus ojos.

“La ceremonia debe estar por empezar,” insistió él, su voz un estudio de tranquilidad. “Supongo que está algo atrasada nada más.”

“Algo atrasada, nomás,” repitió ella. “Claro.”

Él se relajó, como si sus palabras fueran todo lo que había estado esperando, y ella sintió un momento de fastidio. ¿Qué habría pensado? ¿Que no le iba a hablar siquiera? Casi sonrió al darse cuenta de que esa había sido su intención inicial.

“Mejor nos movemos, o no vamos a conseguir buenos asientos.” El hombre volvió a hablar, mientras alargaba su mano hacia ella.

Ella la miró por un momento. Tenía las manos grandes, con dedos largos, un vello suave y oscuro las cubría. Miró la manga, perfectamente planchada, de su camisa blanca y sorprendió a sus dedos deseando seguir el camino de su piel hacia el interior tibio del brazo. Tratando de controlarse, estiró la tela de su vestido, para ocuparlos en otra labor. Una distracción inútil, tuvo que reconocer; la sensación del satén bajo sus manos era voluptuosa, casi impúdica, pero no tanto como sabía que se sentía esa piel. Resignada, volvió a mirar la mano ofrecida y se obligó a tomarla, pararse y enfrentarlo. Fue todavía más difícil luego.

“¿Cómo estás?” logró preguntar, entrecortada.

Él sonrió. “Bien; estoy bien.”

De repente olvidados de qué estaban por hacer, ambos simplemente se miraron, congelados en el momento, como en una foto antigua; sin poder hablar, pero tampoco hacer nada más, ni siquiera despegar los ojos el uno del otro. Después de una eternidad de esa tortura, él se movió, y fue como un clic que los trajera otra vez al presente de esa tarde en la playa.

“Entonces, ¿vamos?” instó él, y ya no se lo adivinaba incómodo.

Asintiendo, ella se movió a un lado, con cierta torpeza sobre sus sandalias doradas de tacos muy altos que se enterraban en la arena, y advirtió que sus manos seguían unidas. Apresuradamente se soltó y se forzó a sonreír.

Él le respondió la sonrisa, y la impulsó suavemente, guiándola hacia las filas de sillas ordenadas para la ceremonia. Su mano en la curva de su cintura se sentía tan familiar que ni la notó en un primer momento. Levantó la mirada, sorprendida, solo para encontrarlo mirándola a su vez, los ojos brillantes, cómplices. Por primera vez su sonrisa no se sintió forzada o antinatural.

“Sentémonos; está por empezar” le dijo al oído, indicando con un gesto la plataforma donde el novio finalmente estaba tomando su lugar.

La mujer obedeció y él se acomodó a su lado, sintiendo ambos, al igual que ese novio acartonado y nervioso, que todo estaba por empezar; de nuevo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

2

In my (high) shoes

Díganme, ¿qué les da esa cosita ‘extra’ que los hace decir: “así estoy bárbaro, ¡vamo’ arriba!”? ¿Un vestido? ¿Unos vaqueros que les sientan perfectos? ¿Una corbata mágica? Para mí, son los tacos altos. Cuando uso zapatos de taco alto, ‘subo’ literalmente, en estatura y en ánimo. No es lo mismo enfrentarse al día con championes o sandalias chatas, que con mis botas de gamuza tostada y tacos de 7 cm.

Los zapatos son especiales, no hay como ellos. Podré no quedar conforme con cómo me queda lo que tengo puesto – malditos kilos (suspiro), el pelo no se habrá portado como yo deseaba o no me animaré a ir a trabajar con los labios pintados de rojo furioso, pero los zapatos... los zapatos siempre están bien.

Dijera Toni Collette en ‘In her shoes’

When I feel bad I like to treat myself. Clothes never look any good... food just makes me fatter... shoes always fit.

(Cuando me siento mal me gusta mimarme. La ropa nunca se ve linda... la comida solo me engorda... los zapatos siempre quedan bien.)

Hoy no me sentía demasiado contenta con tener que ir a trabajar; en medio de una semana de vacaciones, madrugar para pasar la mañana en la biblioteca no me atraía para nada. Al levantarme, instintivamente elegí ropa linda, me maquillé esmeradamente, armé mis rizos y, por supuesto, me calcé con mis botas altas. Inmediatamente el vaso pasó de medio vacío a medio lleno, y me sentí llena de energía para comenzar la jornada.

Hoy fue un día de tacos.


(Sin mencionar que hay un Congreso de Profesores de Física en mi liceo estos días, estar linda para un montón de físicos distraídos y estudiosos nunca está mal; me gustan los hombres de lentes, ¿les había dicho? No, creo que solo había mencionado mi locura por los fumadores... alguna que otra vez)


Así que díganme, a ustedes, ¿qué los hace sentir como un millón de dólares?

domingo, 20 de septiembre de 2009

22

Sam Tsui . . . y hermanos

Antenoche vi el episodio preestreno de la nueva serie de Fox, ‘Glee’, y aunque la historia me pareció un intento de aprovechar la popularidad de ‘Highschool Musical’, me gustaron mucho los números musicales. Por eso hoy que me levanté tarde y medio abombada por tanto dormir, sin ganas de leer nada, y mucho menos escribir, me puse a buscar en YouTube la música de la serial.

La idea era escucharla mientras me hacía el café con leche, sobre todo quería oír su versión de Don’t stop believin’ de Journey. Pero vieron como es esto, imposible quedarse quieto en un sitio con Internet, o al menos a mí me resulta imposible. Entro a un sitio, y paso al siguiente, y me engancho con otro, y así sigo. Lo mismo me pasa con las canciones en YouTube.

En esa seguidilla musical, encontré un video de Sam Tsui (un muy joven estudiante norteamericano), quien también había hecho un cover de la canción Don’t stop believin’, y lo hice correr porque me resultó curioso eso de ver cinco chicos igualitos en la pequeña muestra que ofrece el sitio... ¿quintillizos acaso? Está tan bien hecho que se presenta la duda.

Podría parecer un poco vanidoso eso de cantar con uno mismo, con arreglos propios, mientras tres 'unosmismosmás' hacen el coro... pero en este caso, no lo es en absoluto. La verdad es que fue una grata sorpresa, tanto por el talento de Sam, como por la originalidad del video.

El trabajo es una colaboración entre Sam, quien canta, y su amigo Kurt Schneider, quien produjo ese arreglo espectacular. Sumamente disfrutable. Mírenlo a ver si les gusta tanto como a mí (si es así, les recomiendo también su ‘Medley’ (poupurrí) de Michael Jackson a capella).



He leído que no son pocos los artistas que comienzan a hacerse conocer por medio de Internet, aunque el mundo de la música, debo admitir, no es una parte importante de mi vida (no soy muy musical: escucho poca música, no sé casi nada del tema y no me preocupa decirlo). Pero bueno, como con todo, sé lo que me gusta, y si puedo poner mi pequeño granito de arena para que conozcan a este chico, acá está – lindo pensar en una entrada como un granito de arena, ¿no?

domingo, 13 de septiembre de 2009

6

Arañando la superficie: Vhils

No hace mucho, para comentar en una entrada del blog de Nykaa sobre graffiti, me puse a investigar un poco porque se me había escapado el nombre de un artista reconocido que había tenido su inicio pintando muros. Como me suele pasar, después de encontrar lo que buscaba (el neoyorquino Jean-Michel Basquiat), seguí leyendo sobre el tema.

Me encanta eso de la red, ¿a ustedes no? Ese irse metiendo despacito y de a poquito en un tema e ir descubriendo joyitas a cada paso. A pesar de que no estoy demasiado de acuerdo con eso de ‘solo sé que no sé nada’ (me parece una apología a la ignorancia, yo diría: ‘solo sé que tengo todo para aprender’) la red nos da una lección diaria sobre la inmensidad de nuestra ignorancia.

La cosa es que leyendo sobre arte callejero descubrí una cantidad de artistas de los que no tenía ni idea, y de los cuales Basquiat podría haber sido el abuelo. El que más me impactó de todos ellos fue el portugués Alexandre Farto, o como se hace llamar, VHILS.

Alexandre Farto aka VHILS



Vhils es portugués, muy joven, y comenzó hace años ya (con solo trece añitos) a pintar paredes. Hoy en día continúa trabajando en las calles, pero también en el taller. En lo que se refiere al arte callejero, Vhils utiliza los materiales que encuentra en el lugar – más pintura, sprays, stencils, taladros, cinceles y martillos, claro – y le da una nueva acepción al término vandalismo: él destruye para construir. Rasga hojas de anuncios pegados, taladra las paredes, cincela los revoques y ‘araña la superficie’ hasta que lo que queda se convierte en arte. De esta forma logra resultados increíbles. Caras anónimas aparecen donde antes había solamente un muro desprolijo, paisajes de ciudades en stencil, rincones mágicos.

Vhils ha realizado recientemente exhibiciones en la galería Lazarides, así como en el proyecto Túnel 228 (un sector en desuso de la red de subterraneos de la estación Waterloo, en Londres, que se convirtió por un tiempo en exposición/show mostrando la obra de más de 20 artistas junto con actuaciones en vivo, dirigido por Kevin Spacey). También creó el video “Scratching the surface” (‘arañando la superficie’) donde muestra su proceso creativo en acción.

Su trabajo es sutil, novedoso, y muy hermoso; pero por favor, juzguen por ustedes mismos.


jueves, 10 de septiembre de 2009

8

Tintín a tribunales

La Biblioteca de Brooklyn reconoció hoy que ha retirado de sus estanterías el cómic ‘Tintín en el Congo’, un ejemplar de los populares tebeos del belga Hergé (1907 -1983), que ha sido tachado de racista y que era el único que quedaba de acceso libre en las bibliotecas públicas de Nueva York.

La institución neoyorquina confirmó hoy a Efe que el libro en cuestión, la última copia que se podía consultar libremente en las bibliotecas públicas de la ciudad, ya no se encuentra junto al resto de sus títulos, sino en un espacio especial al que se puede acceder sólo si se pide una cita previa.

La medida de la Biblioteca de Brooklyn imita a la que tomó en su día la de Nueva York, en Manhattan, donde también se debe avisar con antelación para conocer las aventuras de Tintín en el país africano.
fuente Qué.es

Mbutu Mondondo Bienvenu, de 41 años, consideró ‘racista y xenófoba’ la actitud del joven reportero rubio de pantalones cortos en ‘Tintín en el Congo’ (1931) y pidió su prohibición en agosto de 2007, un mes después de que la Comisión británica para la Igualdad Racial pidiese, asimismo, que se impidiese la venta de ese álbum que, en su opinión resalta, ‘groseros estereotipos raciales’.

El actual relanzamiento de la acción se produce poco después de que la biblioteca municipal de Brooklyn (EEUU) haya trasladado a ‘Tintín en el Congo’ junto a otras obras ofensoras, como ‘Mein Kampf’, de Hitler, y ‘Trópico de Capricornio’, de Henry Miller, recordó ‘Le Figaro’, citando un comunicado de la sociedad Moulinsart.
fuente Abc.es



Supongo que no soy la única que se crió leyendo las aventuras de Tintín, pero para quienes no lo conozcan, ‘Tintín’ era un reportero adolescente de origen belga que, junto a su perrito Milú, recorría el mundo viviendo diferentes aventuras. También lo acompañan otros personajes memorables, como el Capitán Haddock, el Profesor Tornasol y los detectives Hernández y Fernández
(¿alguien puede explicarme por qué, si son gemelos, tienen apellidos diferentes?). La historieta fue creada por el belga Georges Remi, más conocido como ‘Hergé’, quien escribió e ilustró la primera aventura en 1930 y continuó publicando hasta 1976. 'Tintín en el Congo' es el segundo título de la serie, publicado en principio en entregas en un diario belga y luego recopilado y coloreado en un álbum en 1946.

Yo era ávida lectora de Tintín; me recuerdo sentada en la cama de mi amigo Hernán, uno al lado del otro, cada uno con su revista, leyendo por horas – Tintín y Asterix, esas eran nuestras dos pasiones entonces, ¡qué ingenuidad! Los releí muchas veces, las últimas cuando empecé a trabajar acá en la biblioteca. Por eso apenas leí la noticia anterior, me vine directamente a ver si nosotros también teníamos un ejemplar del conflictivo comic entre la colección de historietas. Por suerte así era, acabo de terminar de releerla nuevamente; necesitaba refrescar mis recuerdos sobre la aventura en el país africano antes de seguir.

‘Tintín en el Congo’ no es el único álbum problemático de Hergé, acusado de antisemitismo y anticomunismo por algunas otras de sus obras, a la vez que celebrado por el carácter ejemplar, modélico y visionario de muchas otras.”


Y sí, sin dudas no es la mejor entrega de la serie, la historia es floja y no sorprende demasiado; y sí, el trato que da Hergé a los congoleses es infantil y estereotipado. Hay algunos pasajes donde los retrata como haraganes y simples, y los hace hablar de sí mismos en tercera persona y nombrarse ‘negritos’. También mata demasiados animales – incluidos un gorila y un rinoceronte al que hace explotar, dos especies en peligro de extinción hoy en día.

Claro, esta lectura la puedo hacer hoy, de adulta; verlo como un ejemplo del pensamiento de la época (en Bélgica, al menos), aun con sus actuales aberraciones. Porque bueno, ¡esta historia se escribió en 1930! El mundo no era el mismo entonces, y sin dudas, ser políticamente correcto era hacer y decir cosas distintas que ahora. Además, Hergé estaba recién empezando a ejercitar sus músculos de creador, Tintín evoluciona a través de los años – Tintín y el mismo Hergé, que empieza a investigar a fondo los lugares en los que ubicaría al periodista adolescente antes de escribir sobre ellos (algo que admitió no haber hecho con el Congo en una entrevista sobre el tema).

Ahora, dicho todo esto, y sin disculpar a Hergé por su poca previsión por susceptibilidades futuras (o ser blanco, católico y nacido en un país colonialista), en mi opinión el tema no es si ‘Tintín en el Congo’ es racista o no, sino la actitud de retirar del alcance del público general una obra por encontrarla ofensiva.


Este tipo de actitudes 'políticamente correctas' (políticamente correctas aggiornadas, obvio) me fastidian de sobremanera. Decir que no se censuró un libro solamente porque no lo quemaron en una hoguera en medio de la plaza, es totalmente irrisorio. El libro está censurado y listo, ¿conseguir una cita para leer una historieta? Absurdo.

John Wayne se inmortalizó matando indios y el padre de Tabaré quedó plasmado en la ‘epopeya nacional' como un charrúa borracho y violador, pero... ¿a alguien se le ocurrió llevarlos a tribunales alguna vez? ¿Prohibir los sábados de Westerns de TNT, o demandar a los descendientes de Zorrilla de San Martín? ¿Nadie vio Rambo acaso? El conteo de muertos en la segunda película es altísimo, y creo recordar que en su momento alguien se excusó diciendo: “pero eran vietnamitas”. Y ahí no hay disculpa que valga, Rambo II no se estrenó en los 30.

Existen millones de obras que agreden de una u otra manera a diferentes grupos, que atentan contra lo que algunos consideran buenas costumbres o tienen ilustraciones que pueden ofender ciertas sensibilidades, entre muchas de las cosas que pueden hacer ‘censurable’ un libro, una película o una canción. ¿Empezarán a encerrarlos a todos en una piecita oscura, a ver si languidecen y mueren? ¿Quién decide qué se puede leer y qué no?

La gente tiene derecho a leer – y escribir – lo que se le ocurra, solo así se puede empezar a ser libre, conociendo y eligiendo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

13

Sándwiches

Anoche soñé con sándwiches. Unos sándwiches altísimos, con capas y capas de ingredientes deliciosos entre dos pedazos de pan, como los de Lorenzo, ¿recuerdan? Debe ser porque estoy haciéndome la cabeza que tengo que empezar a hacer dieta; me invitaron a las termas en noviembre y quiero entrar en el traje de baño del año pasado. Pero cada vez que me decido a contar calorías Morfeo me traiciona vilmente, y empiezo a soñar con Lorenzo, o payasos pelirrojos o hasta ¡Puglia! – eso sí que es grave. Definitivamente, Morfeo tiene algo de sádico.

sábado, 5 de septiembre de 2009

6

Biblioteca, pinturas y burocracia

Cuando se inauguró la biblioteca del liceo de Piriápolis, ésta de donde escribo ahora, se hizo con bombos y platillos. La verdad es que la ocasión lo ameritaba, pasábamos de tener una biblioteca que le robaba espacio a un corredor, a un espacio luminoso y fresco de casi 200 metros cuadrados; de un lado grandes ventanales nos dejan ver el mar – la biblioteca está en el segundo piso – y del otro los famosos cerros que hacen tan diferente a esta ciudad del resto de los balnearios uruguayos. Un antiguo mostrador de madera, donación del Banco República, separaba espacios, y mesas y sillones invitaban al estudio y la lectura.

pinturas biblioteca Liceo de Piriápolis

En aquel momento, la directora de turno, logró que los artistas de la zona donaran obras para armar una pinacoteca y adornar las paredes de la novel biblioteca. Recibimos casi 50 pinturas de diferentes pintores, incluyendo un José Luis Invernizzi (artista que da nombre al liceo). La mayoría de ellas aún lucen en los muros de la biblioteca, pero esto no hubiera sido así si no fuera por la previsión de algunos funcionarios del liceo.

Cuenta la bibliotecaria que estaba en aquel momento, que no mucho tiempo después llegaron a la biblioteca tres funcionarios de Secundaria, una mujer con aspecto de tener cierta autoridad y dos hombres que la seguían como perritos. Muy maleducados ellos, entraron al recinto y no se molestaron ni en saludar, poniéndose enseguida la señora a ordenar a los otros dos que midieran las pinturas, mientras ella llenaba una planilla de inventario que traía consigo. Después de un par de horas – eran muchos cuadros – los hombres sacaron papel Manila y ese nylon con burbujitas que es tan divertido hacer explotar, y se dispusieron a descolgar y empacar los cuadros.

Mi compañera, que había pasado las dos horas mirando a los tres trabajar sin decir una palabra, se acercó entonces a los funcionarios, y preguntó a la mujer qué estaban haciendo. El diálogo debió ser más o menos como sigue (o eso cuenta Grace):

“Estamos empacando los cuadros para retirarlos de la biblioteca,” contestó la mujer, con el tono de quien está contestando una pregunta obvia, y sin molestarse en mirar a su interlocutora, como no lo había hecho desde que había entrado.

“Disculpe,” le dijo Grace. “Pero eso será imposible. No puede llevarse los cuadros.”

“Por supuesto que puedo. Estos cuadros son propiedad de Enseñanza Secundaria; tenemos orden de medirlos, inventariarlos y llevárnoslos para su redistribución.”

“Le repito,” contesto ella, “que no pueden llevarse los cuadros. Estas pinturas no le pertenecen al liceo, fueron prestadas por los artistas.”

Recién en ese momento la mujer se molestó en prestarle toda su atención a la bibliotecaria, o sea, mirarla. “No tengo conocimiento de eso, profesora, como ya le digo, me indicaron retirar los cuadros del liceo para su predistribución en otras oficinas. Discúlpeme, pero debemos seguir trabajando.”

Ahhh, ¡pero qué lindo es tener un as en la manga! ¿no? Me hubiera encantado ser Grace esa tarde cuándo sacó de una carpetita una coqueta carta firmada por más de una veintena de artistas, incluyéndola (Grace es pintora y también tenemos un cuadro suyo en la colección), donde se estipulaba con claridad que todas las pinturas que lucían las paredes de la Biblioteca del Liceo de Piriápolis habían sido cedidas en préstamo y que podrían exhibirse en ella siempre y cuando no saliesen de la institución.

La mujer le quitó la carta de malos modos para leer por sí misma la voluntad de los artistas. Cuando terminó, malhumorada, le preguntó a mi compañera:“Y si ya sabía de esta disposición, ¿por qué no nos avisó hace dos horas, antes de que empezáramos el trabajo?”

“Usted no se molestó en saludarme, ni en decirme a qué había venido; pensé que se merecía la misma cortesía,” respondió Grace, que nunca tuvo pelos en la lengua.

El tema es que los cuadros quedaron en su lugar – después de la salida teatral de la Srta. Secundaria en un revuelo de papel marrón, burbujitas de nylon y las sonrisas cómplices de los dos empacacuadros – y que ahora yo estoy sentada acá, aburrida en esta mañana de sábado, sin un solo alumno en la biblioteca desde hace al menos una hora y pensando cuánto más aburrida estaría si no pudiera perderme en esos paisajes de cerros y mar.

Es increíble, pero una iniciativa de la institución, para decorar un ambiente nuevo, casi termina en la satisfacción de los jerarcas de Enseñanza Secundaria. Seguro a los Consejeros les gustaría tener alguno de estos cuadros colgado de las paredes de sus oficinas. Afortunadamente, se quedaron con las ganas.


pinturas biblioteca Liceo de Piriápolis

Es bueno ser previsor, ¿no? Los artistas de muy buena gana hubieran donado las obras al liceo directamente, pero conciendo el organismo para el que trabajamos, algunos docentes propusieron esa 'cláusula de seguridad'. Si no son nuestras, no son del Estado, y si no son del Estado, no pueden disponer de ellas. De esta forma, mientras exista el liceo las pinturas estarán acá y todos, alumnos y profesores -y algún Consejero si quiere venir a visitarnos, las disfrutaremos.


pinturas biblioteca Liceo de Piriápolis



pinturas biblioteca Liceo de Piriápolis




















Estos son algunos de los cuadros que más me gustan, tengo que averiguar quiénes son los artistas y los publicaré, así los conocen.


viernes, 4 de septiembre de 2009

1

Eficiencia

El aire dentro de la habitación cerrada le supo hipnóticamente dulce. Inspiró profundamente. Ellos habían vivido allí, respirado allí; el aire apestaba a humanidad, a su piel, su aliento, su tibieza pulsante y roja. Cerró los ojos en la oscuridad, concentrándose; o se controlaba o enloquecería. Cazador sin presa no tiene razón de ser, y ya no quedaba ni un solo humano en el mundo. Los habían creado demasiado eficientes.

jueves, 3 de septiembre de 2009

7

Como perros y gatos

Georg Williams

En general no me gustan las caricaturas. Ese arte de encontrar el defecto de una cara y llevarlo a límites imposibles me parece cruel y no me causa gracia, aunque sé bien que la intención suele ser humorística. Sin embargo, cuando encontré este sitio Web paseando por ahí, quedé fascinada con la sensibilidad del artista.

Georg Williams es norteamericano, de cuarenta y diez, y siempre le gustó pintar, desde niño. Empezó a vender sus trabajos cuando tenía 15 años, bajo el ojo atento – y el 90% de comisión – de su padre y no ha parado desde entonces; estudió arte en una prestigiosa universidad y después pasó años tratando de desaprender lo aprendido. También tuvo una galería artística, fue profesor de pintura y padre full time. Hoy en día se dedica exclusivamente a la pintura.

¿Qué tienen de diferente sus obras con respecto a otros caricaturistas que conozco? Primero que nada, me inspiran ternura y una sonrisa bobalicona, en vez de mofa y un ceño fruncido. Y después, bueno, sus modelos son… ¡perros y gatos! En esta etapa de su carrera, Williams se dedica a retratar a estos animalitos; según él, una carcajada es una respuesta mucho más gratificante que los ‘muy interesante’ que solía recibir por su trabajo más tradicional. Estoy totalmente de acuerdo con él.

Además díganme, ¿a ustedes no les dan ganas de acariciar esa pancita?


'Rufus'  Georg Williams'Sleeping in' Georg Williams'Happy' Georg Williams
'Winston' Georg Williams

























Sitio Web del Artista:Georg Williams

miércoles, 2 de septiembre de 2009

0

Up on cloud number 9

And the moon is out and the stars are bright
and whatever comes s'gonna be alright
cause tonight you will be mine - up on cloud number nine
and there ain't no place that i'd rather be
and we can't go back but you're here with me
yeah, the weather is really fine - up on cloud number nine.
. . .
We can watch the world go by - up on cloud number nine.

Bryan Adams

'Cloud 9' Georg Williams



















'Cloud 9' Georg Williams

10

Agradeciendo

Hay gente que se desestresa haciendo gimnasia, escuchando canto gregoriano, o leyendo recetas hiposódicas. A mí, como siempre rara, lo que me tranquiliza es jugar con el código de mi blog. Puedo pasar horas tratando de que un determinado widget quede bien, eligiendo el color de una fuente o la imagen que quiero incluir en una entrada. Paso mucho más tiempo haciendo esas cosas que escribiendo, la verdad. Mea culpa.Cuando empecé con mi blog, hace un par de años, no tenía idea de absolutamente nada de HTML o CSS, así que una cantidad de cambios que hice en mi plantilla por ese entonces – cambios que aún están, ¡pobre plantilla! – los hice solita, con el antiguo y bien probado método del ensayo y error. A veces las cosas salían terriblemente mal, y debía descargar nuevamente la plantilla original (que es la Scribe) y arrancar de cero otra vez, otras no pasaba absolutamente nada y otras quedaba felicísima con los resultados.

Después descubrí que existían almas generosas que se molestaban en explicar e indicar, paso a paso, al bloguero novato cómo hacer las cosas que yo había pasado grandes penurias para lograr o no había sabido hacer directamente.

Ayer decidí que deseaba un cuadrito con los últimos comentarios de mis lectores en la barra lateral, así que ni corta ni perezosa, entré a los sitios Web de mis maestros e hice la consulta en todos ellos. Probé el método que explicaba Rosa en su Escaparate, el de Oloblogger, el truco de Vagabundia y el de la Bloguería, también entré a Blogger in Draft (a este blogger a prueba me lo presentó Gem@) y usé el gadget que ofrecen allí. Si alguien entró anoche a mi blog, se encontró como cuatro cuadros de ‘últimos comentarios’ uno encima del otro… seguro pensó que me había enloquecido o quería que pareciera que comentaban mucho, vaya a saber.

La cosa es que recién termino de instalar el dichoso widget; elegí el que me convencía más de los que logré que funcionaran y me sentí muuuy muy orgullosa de haberlo logrado. Pero claro, hubiera sido imposible si no fuera por esos blogs de ayuda.

En realidad toda esta entrada lo que intenta hacer es agradecer tanta colaboración incondicional y sin deseos de retribución, a quienes mencioné y todos los otros que visito menos asiduamente o por algún tema puntual. Y pienso, si yo me siento orgullosa de haber puesto una listita con comentarios en el costado, ¿cómo se sentirán ellos sabiendo que son parte fundamental en el diseño de tanto blog por ahí, y que cuentan con el agradecimiento de tanto bloguero torpe como una servidora?

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