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viernes, 13 de diciembre de 2013

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Pediculus humanus invictus

Por suerte mi hija menor abandonó su aspiración de ser la Rapunzel del cuento y se cortó el pelo, porque por undécima vez este año (por no decir vigésima segunda, o trigésima tercera, ya perdí la cuenta) me encontré hoy pasándole el peine fino, a la caza de esos persistentes ‘pediculus humanus’. Para más información: filo arthropoda, familia pediculidae y género pediculus, y para menos, sencillamente, ¡piojos!

Es increíble, no sé los litros de matapiojos que he consumido en  estos años de etapa escolar. Son bichos implacables, perseverantes, incontables, invulnerables, reencarnables, tenaces y cualquier otro sinónimo de algo que cueste matar que se les ocurra pensar, y que no se les ocurra, también. No me extrañaría que dijeran, como el poseído: “mi nombre es Legión, porque somos muchos.”

La cosa es que mientras le aplicaba remedio contra la pediculosis por undécima vez (o vigésima segunda, o trigésima tercera, vayasaber) nos preguntamos si sería considerado violencia doméstica matar piojos a martillazos.

A razón de eso empezamos a jugar con Alessa a inventar titulares pintorescos para el semanario local (no publiqué los más 'gore' por miedo a que me vetaran el blog):

"Madre agrede a su hija con peine fino en crisis de locura."

"Mujer procesada por reiterados delitos de pediculicidio."

"Escándalo en Piriápolis: madre echa a su hija de casa. Tenía piojos."

"Familia en estado crítico tras ataque de piojos vampiros."

"Menor lucha por su vida por sobredosis de pediculicida."


A la vida hay que tomársela con humor, aunque sea un poco negro... J

lunes, 9 de diciembre de 2013

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Eterno resplandor de una mente sin recuerdos

A veces me he preguntado cómo sería la vida si uno pudiera borrar parte de sus recuerdos a voluntad. Algo doloroso, como una relación fallida, o algo muy placentero, como esa novela maravillosa que querríamos volver a descubrir. Evidentemente, el director Michel Gondry y el guionista Charlie Kaufman se hicieron la misma pregunta, y, siendo cineastas, terminaron sus elucubraciones con una película extraña pero fascinante: “Eternal sunshine of the spotless mind” ("Eterno resplandor de una mente sin recuerdos").

En esta película Clementine (Kate Winslet) borra todos sus recuerdos de Joel (Jim Carrey), su exnovio, porque siente que ya no puede con él y desea sacarlo de su corazón y de su vida definitivamente. Cuando éste descubre que Clementine no lo reconoce, decide borrar su memoria también, pero durante el proceso de limpieza se da cuenta de que no puede seguir adelante: ama demasiado a Clementine y no quiere dejarla ir. Sin embargo, ya es tarde, el proceso ya comenzó y no puede revertirse, y aunque él se resista, que lo hace, cuando despierte habrá olvidado a Clementine, como si nunca la hubiera conocido.

Ver esta película fue casi como experimentar un déjà vu, ¿quién no ha deseado olvidarse de alguna cosa particularmente desagradable o dolorosa? Cuando una relación acaba mal, desearíamos nunca haber conocido a esa persona para así no sufrir tanto. Déjà vu. Cuando me separé, lo único que deseaba era que dejara de doler, y tal vez si me hubieran ofrecido esa amnesia selectiva, hubiera dicho que sí. Menos mal que el proceso no existe, porque tomando un poco de distancia, seguramente me hubiera arrepentido como Joel. Otro déjà vu, en flash forward esta vez.

Los recuerdos, buenos o malos, felices o tristes, son nuestros, y ese pasado nos hizo lo que somos hoy. No creo que se puedan valorar los buenos momentos si no se viven los malos; no quiero ponerme cursi con eso de que no habría luz sin tinieblas, pero imagino que la cosa funciona más o menos así.

Por lo pronto, sin mi ex, no existirían mis niñas -probablemente habría otras, pero no éstas, y éstas son mis niñas. Además, ¿se imaginan qué lío si me despertara sin ningún recuerdo de su padre o cómo las concebí? ¿Tendría delirios de Virgen María? Resulta bastante inquietante, la verdad. Definitivamente, ver “Eternal sunshine of a spotless mind” puso las cosas en perspectiva y respondió algunas preguntas.

Por cierto, Joel y Clementine vuelven a conocerse al final de la película (o principio... ya sé, es complicado) y se enamoran otra vez. Déjenme decirles que esa parte no provocó ningún tipo de déjà vu, por suerte.




How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray’r accepted, and each wish resign’d.

Eloisa to Abelard
Alexander Pope



¡Cuán feliz es el destino de las inocentes vestales!
Olvidando el mundo, por el mundo olvidadas.
¡Eterno resplandor de la mente sin recuerdos!
Aceptada cada plegaria, y abandonado cada deseo.




(Pssstt! Esta entrada la publiqué originalmente en marzo del 2010, pero me pareció que se adecuaba perfectamente al momento que estoy pasando en mi vida, por eso la refloté. Pocos de los que me siguen leyendo hoy en día, lo hicieron en su momento, así que no creo que le moleste a nadie  J )

lunes, 2 de diciembre de 2013

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Tempus fugit?

La mayoría de la gente siempre se está quejando de que no les alcanza las horas: mi hermana dice que hace mucho que no lee nada que no sea el Código Civil, mis compañeros están como locos con el fin de cursos, y el Amigo apoya la absurda teoría de que el tiempo está acelerado y los días ahora duran solo 16 horas.

Y sin embargo... yo, cero estrés.

Claro, ando cansada. Terminar el año siempre es una hazaña y este año ha sido doblemente desgastante, sobre todo emocionalmente.

Me divorcié después de diez años de separada, lo cual no es que me haga feliz, pero bueno, es una etapa terminada y un paso que tenía que dar. Con la ayuda de mis padres, le compramos su mitad de la casa a mi ex (aramos, dijo el mosquito ;) no saben la tranquilidad que es eso, saber que la casa es mía por fin. Pero para lograr ambas cosas hubo que hacer negociaciones incómodas, trámites y papeleos... nada agradables.  Además, me puse las pilas con el tema del sobrepeso y llevo bajados muchos kilos desde Semana Santa (sí, soy una ‘born-again-diet-girl’).

En mi caso, eso del 'tempus fugit' no se dio, ¡miren todo lo que hice en el año!!!

Además, me siento bárbara. Desde que me compré mi Kindle (creo que no les había comentado, ¡me compré un Kindle!) estoy leyendo como hace años no leía; también llevo mis series de televisión al día, disfruto ver a mis hijas pelearse como buenas hermanas, e invento recetas bajas calorías. Sin mencionar que de alguna manera hago 50 horas semanales en el liceo, los promedios salieron en tiempo y forma, las libretas estuvieron completas en fecha para su supervisión, y me queda solo una mesa de exámenes para decir que terminé las clases... ¡Eureka!!

Ah, y todavía me queda tiempo para divagar y aburrirlos por acá.

La cosa es que mis días no tienen ni 16 ni 24 horas, ¡sino como 30! O a lo mejor simplemente ando contenta, y como dijo Michael Ende en su novela ‘Momo’: “el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón.”

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