sábado, 1 de octubre de 2016

Destino manifiesto

Hay momentos que quedan grabados para siempre, como tatuajes en el alma. No son demasiados, si lo fueran perderían fuerza, pero son los suficientes para saber que uno ha vivido, y vivido bien.

Mis hijas están creciendo. Una ya no vive conmigo, y la otra volará en pocos años, por eso atesoro cada momento de cotidianeidad que comparto con ella como lo que es, invaluable.

Ahora la miro, dormida a mi lado en el sofá, y me recuerdo sentada en este mismo lugar, tan claramente como si hubiera sido ayer.

Cansada de mamar, con la cabecita apoyada en el hueco de mi brazo, los ojos cerrados y la curva de una sonrisa borracha de leche asomándole en los labios, Alessa duerme. Una manito se escapa del rebozo, y sus deditos se extienden como rayitos de sol, antes de abrocharse alrededor de mi pulgar.

Recuerdo mirarla entonces y pensar lo mismo que ahora.

Esta niña está destinada a ser feliz.


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