En aquel momento, la directora de turno, logró que los artistas de la zona donaran obras para armar una pinacoteca y adornar las paredes de la novel biblioteca. Recibimos casi 50 pinturas de diferentes pintores, incluyendo un José Luis Invernizzi (artista que da nombre al liceo). La mayoría de ellas aún lucen en los muros de la biblioteca, pero esto no hubiera sido así si no fuera por la previsión de algunos funcionarios del liceo.
Cuenta la bibliotecaria que estaba en aquel momento, que no mucho tiempo después llegaron a la biblioteca tres funcionarios de Secundaria, una mujer con aspecto de tener cierta autoridad y dos hombres que la seguían como perritos. Muy maleducados ellos, entraron al recinto y no se molestaron ni en saludar, poniéndose enseguida la señora a ordenar a los otros dos que midieran las pinturas, mientras ella llenaba una planilla de inventario que traía consigo. Después de un par de horas – eran muchos cuadros – los hombres sacaron papel Manila y ese nylon con burbujitas que es tan divertido hacer explotar, y se dispusieron a descolgar y empacar los cuadros.
Mi compañera, que había pasado las dos horas mirando a los tres trabajar sin decir una palabra, se acercó entonces a los funcionarios, y preguntó a la mujer qué estaban haciendo. El diálogo debió ser más o menos como sigue (o eso cuenta Grace):
“Estamos empacando los cuadros para retirarlos de la biblioteca,” contestó la mujer, con el tono de quien está contestando una pregunta obvia, y sin molestarse en mirar a su interlocutora, como no lo había hecho desde que había entrado.
“Disculpe,” le dijo Grace. “Pero eso será imposible. No puede llevarse los cuadros.”
“Por supuesto que puedo. Estos cuadros son propiedad de Enseñanza Secundaria; tenemos orden de medirlos, inventariarlos y llevárnoslos para su redistribución.”
“Le repito,” contesto ella, “que no pueden llevarse los cuadros. Estas pinturas no le pertenecen al liceo, fueron prestadas por los artistas.”
Recién en ese momento la mujer se molestó en prestarle toda su atención a la bibliotecaria, o sea, mirarla. “No tengo conocimiento de eso, profesora, como ya le digo, me indicaron retirar los cuadros del liceo para su predistribución en otras oficinas. Discúlpeme, pero debemos seguir trabajando.”
Ahhh, ¡pero qué lindo es tener un as en la manga! ¿no? Me hubiera encantado ser Grace esa tarde cuándo sacó de una carpetita una coqueta carta firmada por más de una veintena de artistas, incluyéndola (Grace es pintora y también tenemos un cuadro suyo en la colección), donde se estipulaba con claridad que todas las pinturas que lucían las paredes de la Biblioteca del Liceo de Piriápolis habían sido cedidas en préstamo y que podrían exhibirse en ella siempre y cuando no saliesen de la institución.
La mujer le quitó la carta de malos modos para leer por sí misma la voluntad de los artistas. Cuando terminó, malhumorada, le preguntó a mi compañera:“Y si ya sabía de esta disposición, ¿por qué no nos avisó hace dos horas, antes de que empezáramos el trabajo?”
“Usted no se molestó en saludarme, ni en decirme a qué había venido; pensé que se merecía la misma cortesía,” respondió Grace, que nunca tuvo pelos en la lengua.
El tema es que los cuadros quedaron en su lugar – después de la salida teatral de la Srta. Secundaria en un revuelo de papel marrón, burbujitas de nylon y las sonrisas cómplices de los dos empacacuadros – y que ahora yo estoy sentada acá, aburrida en esta mañana de sábado, sin un solo alumno en la biblioteca desde hace al menos una hora y pensando cuánto más aburrida estaría si no pudiera perderme en esos paisajes de cerros y mar.
Es increíble, pero una iniciativa de la institución, para decorar un ambiente nuevo, casi termina en la satisfacción de los jerarcas de Enseñanza Secundaria. Seguro a los Consejeros les gustaría tener alguno de estos cuadros colgado de las paredes de sus oficinas. Afortunadamente, se quedaron con las ganas.
Es bueno ser previsor, ¿no? Los artistas de muy buena gana hubieran donado las obras al liceo directamente, pero conciendo el organismo para el que trabajamos, algunos docentes propusieron esa 'cláusula de seguridad'. Si no son nuestras, no son del Estado, y si no son del Estado, no pueden disponer de ellas. De esta forma, mientras exista el liceo las pinturas estarán acá y todos, alumnos y profesores -y algún Consejero si quiere venir a visitarnos, las disfrutaremos.
Estos son algunos de los cuadros que más me gustan, tengo que averiguar quiénes son los artistas y los publicaré, así los conocen.
Y que sentido tiene esa actitud hostil de "me llevo todo lo que aquí hay porque nos pertenece".
ResponderEliminarLo de no decir nada hasta que ya casi habían terminado es lo que se merecían jajaja, me imagino su cara al ver la carta.
Hay gente con muy mala educación y que creen estar por encima de los demás siempre. Si perdió el día se lo tuvo bien merecido.
Lo de que los artistas donen obras en concepto de préstamo para llenar de ambiente la biblioteca me parece una muy buena idea. Ojalá la copiaran en las bibliotecas de por aquí, que parecen más bien maniconmios de paredes blancas y pulcras.
Qué buena leccion le dieron a esa engreída,se supone que una persona con responsabilidades públicas debiera conocer a fondo lo que es el respeto y los buenos modales.La obras son muy bonitas, un lujo tenerlas ahi.
ResponderEliminarSaludos.
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EXELENTE LECCION LE DIERONNN, LAS FOTOS GENIALESSSSSS SALUDOS Y BUE NFIN DE SEMANA
BESITOSSSSS
EXELENTE LECCION TUVO JEJE Y QUE BELLO TU BLOG ANA LAURA
ResponderEliminarSALUDOS Y BUENAS NOCHESS
¿Verdad que sí? Malos modos y mala educación, sumados a una pequeña cuota de poder, hacen salir lo peor de mucha gente. A mí también me hubiera encantado poder verle la cara en ese momento, pero disfruto cada vez que Graciela cuenta su anécdota de cualquier forma.
ResponderEliminarGracias por la visita a todos, y gracias por la invitacion Richard, ya mismo voy a chequear la dirección que me diste, aunque te digo que este blog no se refiere a mis actividades como encargada de biblioteca, aunque sí se escribe desde allí en mis ratos libres.
Saludos
Me ancantó el final de la anécdota. Conociendo a Graciela me imagino el tono en el que le habrá parado el carro a la engreída funcionaria. A mí me gusta el cuadro del pan, y el vino. Parece muy real y el otro que me gusta es el que tiene varias parejas besándose. Besos
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